jueves, febrero 23, 2012

Día dos: un libro que demoré mucho en leer

20 años con Inodoro Pereyra  
de Roberto Fontanarrosa

Estoy comprometido con mi tierra,
casado con sus problemas
y divorciado de sus riquezas.
Inodoro Pereyra, el Renagáu

Uno de los grandes lujos de la historieta y el humor latinoamericanos es, sin lugar a dudas, El Negro. Representa a uno de esos artistas que puede traer tal título sin que le quede guango o le cuelgue por algún lado. Creador de personajes entrañables como Boogie el Aceitoso o el que protagoniza este libro de lectura postergada, el humor de Fontanarrosa es el que alude a la inteligencia del lector y al manejo de los referentes que crean estereotipos. Eso fue lo que este historietista hizo desde sus cartones: cuestionar y revelar lo ridículo de muchas ideas fijas y resistentes en el imaginario argentino, y en extenso, latinoamericano.
         En Inodoro Pereyra confluye todo lo que el gaucho representa para la imagen autoconstruida de la identidad folklórica y la manera en cómo esa “esencia” es convertida en fuente de situaciones hilarantes. Al jugar con los referentes histórico-míticos de la dinastía fundada por el Martín Fierro de José Hernández o el Santos Vega de Rafael Obligado, Fontanarrosa no escatima en cimbrar cada vez lo que el lector supone que debe ser el comportamiento “normal” del gaucho. Acompañado de su perro Mendieta, que funge, al mismo tiempo que cómplice, voz interior de sus acciones en el mundo, y de Eulogia, su mujer, musa, inspiración y condena, el Renagáu, igual ofrece entrevistas para el noticiario de televisión, que se alquila como guía de turistas gringos, que opina sobre partidos de futbol.
         Las razones por las que me demoré en concluir su lectura fueron de orden práctico. Estaba en una de las etapas más álgidas de las materias del posgrado en la universidad y siempre había cosas urgentes que me impedían rematar con la obra. Así, cuando volvía al libro, insistía en iniciarlo nuevamente, de tal forma que las aventuras del payador renacían en relecturas consecuentes. Hasta que un día lo acabé. Ahora regreso, lo hojeo de manera distraída y me detengo en cualquiera de sus tiras. Sonrío y lo devuelvo al estante. Es uno de los libros que, en cierto sentido, nunca se acaba de leer.

Fontanarrosa, 20 años con Inodoro Pereyra, Buenos Aires, Ediciones de La Flor, 1993, 677 pp.

2 comentarios:

El Corsario Negro dijo...

¡Como recuerdo el buscar las revistas Proceso de mi papá para hojear esa última hoja donde venia "Boogie el Aceitoso".

Muy buen libro, y uno muy extraño para tardar en leer. Mucha gente pensaría que es un libro que se puede leer en un santiamén.

Jo dijo...

... mira. a veces yo subestimaba ciertas cosas...
nunca se debe ser tan prejuicioso