lunes, septiembre 13, 2010

El oro levantó edificios de sombra sumergida

Las Colonias españolas en América se convirtieron durante tres siglos en un afluente de riqueza que parecía inagotable. Las minas riquísimas de Potosí en el Virreinato del Perú y las de Guanajuato y Zacatecas en la Nueva España dotaron de una riqueza sin precedentes al reino establecido en la península ibérica. Las plantaciones se desarrollaron en la misma proporción. Durante tres siglos, España fue depositaria de los productos y las ganancias que las tierras allende el mar le ofrecían. Y beneficiaria en parte, ya que mucha de la riqueza generada en las colonias americanas sirvió para alimentar el desarrollo tecnológico y comercial de las demás naciones de Europa. España, como bastión de la Contrarreforma y aliada del Papado, llevó a cabo una política conservadora que pretendía mantener con la riqueza que fluía sin cesar desde sus colonias.
          Como producto particular de la corona española, en América la religión y la economía fueron dos cosas que marcharon a la par. Si bien es cierto que la corona se preocupó para evitar que los derechos de los indígenas fueran negados rotundamente a través de diversas legislaciones, también es cierto que en aras de la producción muchas de esas disposiciones eran letra muerta. La tradición del “acato, pero no obedezco” tiene su origen en este juego de simulaciones que la administración colonial impuso y cuyas disposiciones se aplicaron excepcionalmente y de manera generalmente discrecional
México es el país de la desigualdad. Quizá en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de caudales, civilización, cultivo de la tierra y población. Esta inmensa desigualdad de fortunas no sólo se observa en la casta de los blancos (europeos o criollos), sino que igualmente se manifiesta entre los indígenas. Los españoles, según su estimación, componen la décima parte de la población, y casi todas las propiedades y riquezas del reino están en sus manos. Los indios y las castas cultivan la tierra, sirven a la gente acomodada, y sólo viven del trabajo de sus brazos.
Alejandro de Humboldt,
Ensayo político sobre el reino de la Nueva España,
1811.
El sistema social establecido por la colonia estaba fundado en la injusticia. El origen de nacimiento señalaba fatalmente el lugar que correspondía a los individuos dentro de esa pirámide picuda. En la cúspide el español por nacimiento ejercía todos los derechos y prerrogativas; justo después los criollos (blancos nacidos en América) conservaban algo de lo otorgado a sus progenitores, pero eran desplazados de los puestos de la administración, del ejército y de la economía; a continuación, los indígenas pudieron, de manera diferenciada y los que no fueron exterminados por la guerra o el trabajo inhumano, conservar cuestiones referidas a la preservación de sus culturas y costumbres (el camino de la lucha por los derechos humanos en México tendría que rastrearse hasta esos días); después, y en una mayoría fundada en la diversidad, las castas conformaban el inicio del sótano social, en cuyo fondo los esclavos negros carecían por completo de derechos o beneficios.
De una vez para lo venidero deben saber los vasallos del Gran Monarca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer, y no para discutir ni opinar en los altos asuntos del gobierno.
Marqués de Croix,
en el bando en que se disolvía la Compañía de Jesús
y se establecía la expulsión de los jesuitas de las colonias americanas,
1767.
El papel del mestizo es algo que requiere ser estudiado aparte. Racialmente puede ser ubicado con la generalidad de las castas, pero su configuración específica (padre español, madre indígena; generalmente), le otorgaba un rol distinto en esa sociedad. A partir de su ascendencia blanca conservaba su libertad y la posibilidad de ejercer oficios prohibidos para el resto de las castas o los indígenas. Sin embargo, éstos últimos lo verían con desconfianza, como algo ajeno, por lo que incluso legalmente los mestizos tendrán prohibido habitar en los pueblos de indios. El origen de la melancolía que rodea a la figura del mestizo es posible hallarlo en esa segregación despojada de anclajes o referencias que le otorguen un lugar en el mundo.
          Esta es la conformación social que persistirá durante el periodo colonial, y donde se tienen que buscar muchas de las motivaciones que orillarán a diversos grupos a declararse como partidarios del rompimiento de lazos con la metrópoli. Paradójicamente, los primeros que pretenden separarse del poder real de España, serán los primeros conquistadores que comienzan a ser desplazados por la llegada de los administradores de la corte española. Los soldados artífices de la Conquista de América ven atropellado lo que consideran su derecho natural de ser beneficiarios preferentes de la riqueza que los territorios conquistados comienzan a producir. Esos son los argumentos para que personajes como Lope de Aguirre, Gonzalo Pizarro o el mismo Martín Cortés inicien revueltas en contra de las disposiciones de la Corona española que les arrebataba lo que consideraban ganado a sangre y fuego.
Así pues aunque existiese un americano de patriotismo el más acendrado y heroico, de luces y virtudes brillantísimas y eminentes, que obscureciese la sabiduría y virtudes de todos los españoles de la península, con todo, jamás se le debería confiar el Ministerio de Indias a ese hombre tan digno y tan extraordinario, porque sería ponerlo en ocasión próxima de delinquir y comprometer la seguridad del Estado. Podría tal vez confiársele otro ministerio; pero ni aún esto sería prudente, porque todos los demás ministros de Estado, guerra, gracia, justicia y marina, pueden tener un influjo muy considerable en la conservación o pérdida de las Américas.
Manuel Abad y Queipo,
1815.
En México, las rebeliones en contra de la corona se suceden en cascada. El siglo XVIII será rico en estos conflictos. Se pueden apuntar como antecedentes del proceso independentista los siguientes: la rebelión constante y nunca derrotada totalmente de los indios seris y pimas en el norte de México; la insurrección de los mayas encabezada por Jacinto Canek en 1761; la denominada “Conspiración de los Machetes” en la ciudad de México de 1799 liderada por Pedro Portilla, que buscaba la expulsión de los españoles y un gobierno de criollos; la rebelión del indio Mariano en Tepic en 1801; las revueltas de mineros en Real del Monte en 1766, San Luis Potosí al año siguiente, y Guanajuato y Pachuca una década después; las protestas violentas por la expulsión de los jesuitas en 1767 en Michoacán, Guanajuato y San Luis Potosí; la conspiración de Valladolid (Morelia) en 1808; y la conspiración del Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1808, antecedente directo del proceso independentista surgido de la conspiración de Querétaro en 1810.
O compone esto, o a sangre y fuego se ha de acabar hoy el Real.
Un peón al sacerdote José Rodríguez Díaz
en la rebelión minera de Real del Monte,
que podría considerarse la primera huelga de América Latina,
1766.
Es claro que las rebeliones surgidas en nuestro país hasta antes de 1810 tenían como motor principal el reclamo de lo que se consideraba justicia elemental: por un lado los pueblos de indios reclamando el derecho que por origen tenían sobre sus tierras y, por el otro, los criollos reclamando el desplazamiento que sufrían por la corona de los asuntos trascendentes de la política y economía novohispana. Es esa desigualdad impuesta por el sistema colonial español el que acelerará de manera irrefrenable el proceso de separación de España. Diversos estudiosos contemporáneos dan testimonio de dos cosas fundamentales: la enorme riqueza que fluía de la Nueva España hacia Europa por un lado; y la enorme desigualdad social que contrastaba con la producción de esa riqueza. Hombres como Alejandro de Humboldt dejaron constancia de las características de la sociedad novohispana. Y con él, los propios enviados por la Corona para documentar el estado de las cosas en sus dominios allende el mar.
          De los reportes de estos enviados por el rey, se descubren varias cuestiones que explican el desarrollo histórico posterior. Una parte ínfima de españoles, un décimo de la población total, es dueña absoluta de las tierras, minas y demás propiedades dentro de la sociedad de la Nueva España. Las castas y los indios son los encargados de mantener con su trabajo el movimiento de esa maquinaria de riqueza. De la misma forma, la corona desplaza a grupos que tenían una influencia económica y política importante dentro de las colonias, como es el caso de la Compañía de Jesús que es expulsada de territorios americanos en 1767.
Hijos míos muy amados: no sé qué esperáis para sacudir el pesado yugo y servidumbre trabajosa en que os ha puesto la sujeción a los españoles; yo he caminado por toda la provincia y registrado todos sus pueblos, y considerando con atención qué utilidad o beneficio nos trae la sujeción de España no hallo otra cosa que una penosa servidumbre.
Jacinto Canek,
19 de noviembre de 1761.
La invasión napoleónica a España en 1808 fue el inicio de las inquietudes independentistas. La independencia de México inició con la independencia de España del imperialismo francés. En 1808, las conspiraciones de Valladolid y del Ayuntamiento de la Ciudad de México, prefiguraban lo que estallaría irremediablemente en 1810 en el pueblo de Dolores y que marca el inicio de la lucha por cambiar el estado de cosas, pero también pone en evidencia dos proyectos de nación completamente opuestos uno del otro.

2 comentarios:

Jo dijo...

perdonando... pero desde ahi ya se había jodido la cosa...

Anónimo dijo...

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