miércoles, diciembre 09, 2009

La inmanente realidad de la oficina


Han pasado diez años desde que esta película llegó a las pantallas de cine y, sin embargo, la realidad que retrata es de una actualidad pasmosa. A pesar de los estudios sobre eficiencia laboral y creación de un ambiente amigable para los trabajadores de oficina, el aspecto y las problemáticas siguen siendo las mismas.
          La cinta narra la historia de Peter Gibbons (Ron Livingston), un oficinista que odia su trabajo y que un día, después de asistir con un "hipnotista laboral" que sufre un paro cardíaco antes de terminar la sesión [chiste en la más pura tradición de Chespirito], decide relajarse y se convierte en un trabajador negligente. La paradoja es que eso lo pone en la mira de los "asesores" de la compañía tecnológica en la que trabaja y, en lugar de despedirlo, le proponen un ascenso. Sin embargo, el personaje decide, ante la perspectiva de que varios de sus amigos serían despedidos en las tradicionales "limpias" estratégicas que realizan las compañías en aras de ahorrarse los gastos de pensiones y seguridad social, estafar a la empresa robándole centavos de sus enormes ganancias. Sin embargo, algo sale mal y Peter requiere obtener la absolución de sus errores y decide asumir toda la responsabilidad.
          Sin embargo, más allá de esta anécdota central, la historia consigue reflejar los estereotipos más evidentes de la vida de oficina: el jefe pulcro pero insoportable, la secretaria que cumple sus funciones de manera autómata, el tipo de anteojos que uno nunca sabe qué hace en la compañía (y que será el personaje [Milton Waddams], origen de la idea de esta película desde los cortos animados que Mike Judge presentó en SNL], el que por un golpe de suerte consigue que la compañía le pague algún agravio; así como las situaciones que se repiten casi de manera clónica en las diversas oficinas del mundo: la impresora que no sirve, los letreros impulsando el "bienestar de la empresa", las directivas estúpidas, los reportes a llenar, la lucha eterna por el espacio y la necesidad, casi patológica, de aislar a los trabajadores poniendo entre ellos las divisiones que dieron origen a los establos de "cubículos" que hoy en día son escenografía inamovible de la mayoría de las oficinas.
          La película no es una joya de la historia del cine, pero es entretenida y se presta para reconocer(nos) algo que se vive cotidianamente para los que hemos tenido (o tenemos) cerca, la experiencia de habitar una oficina. Se llama Office Space (Mike Judge, 1999).

2 comentarios:

Jo dijo...

me voy a arrepentir de ser secretaria... jaja

Jo dijo...

por cierto nada qu ever pero... ultimamente me fijo en las aceras de enfrente y en los edificios

http://www.youtube.com/watch?v=uy0HNWto0UY&feature=player_embedded