martes, diciembre 08, 2009

El pequeño príncipe [fragmento]


Mi avión se había desplomado sobre el desierto de Durango. Había salido de Culiacán apenas una hora antes, pero el pájaro comenzó a fallar hasta que no me quedó más que utilizar las tretas que aprendí con los árabes ésos que estuvieron en Tijuana y que me enseñaron hartos trucos del aire. Decían que cada vuelo debía concebirse como la antesala del no retorno. Como la posibilidad de la muerte. "Cada vuelo es una misión suicida", decía uno, el más viejo, muy serio. Yo asentía con la cabeza mientras lo veía acomodarse el turbante, aunque en mi interior la única opinión era "este güey está bien loco". Total que esos truquillos que me enseñaron salvaron al pájaro de terminar en llamas tostándose entre los cactus y oliendo a carne asada: la mía. "Pájaro en llamas", siempre me ha gustado la expresión.

Intentaba arreglar una de las bobinas del motor de la avioneta sin ningún resultado cuando lo escuché.
          --Píntame un cordero.
           Me sacó un pedo.
           Era un chamaquillo vestido de cowboy con pistolas de plástico y botitas Bubble Gummers rojas. Le caían sobre la cara unos bucles rubios que tapaban parcialmente unos ojos azules que se veían completamente despreocupado en medio del calor infernal.
           --Ándale, píntame un cordero.
           Por un momento tuve una regresión, désas que llaman deja-vu. Eso ya lo había visto antes. En una película. O en un sueño.
           Total que me acerqué al chamaco nomás para cerciorarme de que era real y no un alucine por el mezcal potosino que me había echado antes de montarme en el ave. Y sí, el chamaquillo era real.
           --¿Qué haces acá solito, morro? -le pregunté.
           --¡Oh, que la chingada! ¡Que me pinte un cordero, cabrón!
           Preso más del asombro que de otra cosa, procedí a dibujar algo que se pareciera mínimamente a lo que el chamaco pedía. El primero, si somos fieles a la verdad, me quedó muy gachito: tenía la trompa como de dóberman, las orejas como de conejo y el rabo como de toro.
           El güero lo vio y nomás hizo cara como de "no mames".
           Lo intenté como tres veces, pero siempre me salían cosas no planeadas. Ora tenía la cabeza muy grande, ora las patas chuecas, ora tenía cuernos como de chivo. Total que el chavito, que para estas alturas ya me estaba sacando del quicio, no decía nada. Nomás movía la cabecita y hacía caras. [...]

3 comentarios:

LaTalita dijo...

:)

El Corsario Negro dijo...

Muy bueno... El Principito Cabrón...

Travis M. D dijo...

muy bueno ¿estará "el pequeño principe" completo y en descarga?
jajaja un saludo