Así es como se llama el libro con el que Martín Cristal (Córdoba, Argentina, 1972), obtuvo el Premio Iberoamericano de Cuento “Agustín Monsreal” en 2001. Y con todo merecimiento. Los cuentos que aparecen en este libro son magníficos y mantienen un nivel coherente y parejo, sin resultar monótono, página tras página.
Mezclando con conocimiento de causa el ejercicio de la escritura que se piensa a sí misma (“Ahora no”, “Arena”); con las fabulaciones de una vida cotidiana que deviene maravillosa (“Encuentro en el Edén”); adereza el libro, la relación lastimosa y lastimera de un hijo que pierde a su amada por continuar viviendo con su madre, una madre que extraña a otro hijo, uno que ya no está, no al presente; el final, sin embargo, es de una ternura conmovedora (“El cielo azul de las postales”).
El mejor cuento del libro viene hacia la mitad del mismo y tiene un título somero: “Las luciérnagas”. En él, dos niños van al campo a pasar unas vacaciones con su madre y el novio de la madre, que quiere ser el padrastro. Los dos niños se divierten atrapando luciérnagas; aunque el mayor odia con evidencia y cinismo al novio de la madre. Asusta al pequeño con la idea de que el tipo es el diablo. El final es uno de los mejores que he leído.
“La curiosidad de los turistas”, le infringe a uno de esos turistas de mochila y urgencia por ver, más que por vivir, el castigo que muchos quisiéramos inflingirle a varios de estos farsantes. “Gretagarbo” es un cuento duro, inclemente, violento; y por todo lo anterior, muy bueno. “Ladrón, ladrón” es un experimento fallido, por mucho el más flojo de todo el volumen. “Ruta 80” recupera el brío de los demás texto y nos deja entrever la sonrisita de un Borges que se esconde tras los espejos de los miles de discípulos que dejó en toda América Latina.
“Latido universal” y “Una tumba para Benito de Soto” son dos cuentos que en realidad es uno. Un cuento de ciencia ficción que no se presenta como tal. Parte de una premisa intreresante, si el universo está en constante expansión, los habitantes actuales somos visiblemente más grandes que los habitantes de otro tiempo. El viaje al pasado implicaría ser un gigante, mientras que el viaje al futuro nos volvería microbios. Muy buena historia, contada con un tono intimista que recuerda algunos cuentos de Roberto Bolaño.
“La mano sensible” es una historia de esoterismo con una anécdota policíaca por demás entretenida. “Algo más allá de los arcos” retorna al tono juguetón de pensar la literatura y el ejercicio de escribir, sin embargo, no tiene la gracia ni la contundencia de otros textos del mismo libro.
Finalmente, está “Voyeur”, el cierre perfecto para un libro que se solaza en los laberintos, las sorpresas, las vueltas de tuerca, los espejos y los personajes bien delineados con la descripción de unos cuantos rasgos.
En todos los sentidos es un libro recomendable. Se encuentra en Editorial Colibrí.
Nota al margen: la portada es horrenda, horrenda, horrenda.
2 comentarios:
Estimado:
No nos conocemos personalmente; con más razón todavía, agradezco la atenta lectura que has hecho de este libro. Coincido con todas tus críticas y espero merecer los elogios.
Saludos cordiales,
M. Cristal.
Querido autor, es imprescindible para mí conseguir una copia, pues es el libro favorito de la persona que amo y por una tontería lo perdí, de antemano gracias.
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