Gustavo Cerati. La versatilidad, el riesgo y la repetición (en su caso, cosa que no genera repulsión), son sus principales características.
Soda Stereo. Banda que despierta enseguida comentarios que van del elogio a la calificación de sobrevalorados. A mi me gustan porque de comenzar con la estética Robert Smith, terminaron por grabar con elementos electrónicos en un rock en español estancado en el brincoteo.
Radiohead. Una de esas bandas a las que nunca se puede oir lo suficiente. OK Computer es un trabajo a superar.
Pearl Jam. Memoria sentimental y de muchos de los mejores momentos de mi vida. Y aparte nadie negará que son muuuuyyy buenos.
Guns and Roses. Con toda la polémica que puedan producir, fueron el justo medio entre la rasposidad de Pantera y las joterías de, por ejemplo, Poison.
Les Luthiers. Genios totales. Sin parangón en la historia de la música latinoamericana. Oírlos, verlos y sentirlos es una cuestión fundamental. La refutación directa a la idea de que la música de concierto siempre tiene que ser aburrida.
The Beatles. Adelantados por décadas a sus contemporáneos, son ese grupo al que no nos acercamos abiertamente porque les gustaba a nuestros papás (o abuelos). Sin embargo, nadie negará su valor como una de las bandas fundamentales de la historia de la música.
Smashing Pumpkins. Una de las bandas mejor acopladas de todos los tiempos. Probablemente sus integrantes en solitario nunca sean más que “el vocalista” o “el guitarrista” de los Smashing.
The Smiths. Una de las razones por las que hay que vivir. El fin del mundo estará cerca cuando se cuelvan a reunir (porque se volverán a reunir).
Los abuelos de la nada. La génesis del rock argentino con un Miguel Abuelo en medio de todo lo que después vendría. Buenas letras con economía de palabras.
Fito Páez. Un letrista fundamental. Recupera la tradición de la poesía española con sus alejandrinos, sus melodías pegajosas y la actitud de adolescente eterno.
Andres Calamaro. La bohemia como forma de vida. La convicción de ser con lo que se tiene. Nunca se cansa. El salmón.
Rage Against the Machine. La rabia de una banda en una industria que tiene prohibida la rabia, cuando ésta está dirigida directamente al sistema.
Café Tacuba. La mejor banda de rock mexicano. Supo buscar en la riqueza musical, la manera de expresar un mensaje artístico que, lástima, muchas veces se queda corto.
Blur. La noción del ritmo y de lo bailable, los convirtió en los instigadores directos de los cientos de banditas que pululan por ahí creyendo que han descubierto el hilo negro.
Bjork. Un elfo que consiguió que los ojos de occidente se pusieran, literalmente, cuadrados.
Morphine. Un sax hipnotizante y un bajo demoledor. Atmósferas que recorren más de lo que a simple vista aparentan.
Carlos Vives. El que reconoció que la cumbia era el verdadero “rock de su pueblo” y la ha ennoblecido y revitalizado a conciencia.
Los Lobos. Identidad más genio más pasión. Éste es el verdadero rock que se alimenta de su tradición nacional para expresar lo inevitable: son muy buenos.
Sangre Asteka. Banda en la que la recuperación de los sonidos de lo cotidiano histórico en México, la pone en un lugar especial.
Mano Negra. Verdadera manifestación de la diversidad y la catarsis colectiva.
Nirvana. Sin más, la marca dolorosa de una generación que aún no quiere crecer.
Garbage. La maestría tras las consolas y los instrumentos, y la belleza en una voz inconfundible.
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