Me busco en el espejo.
Nada.
Las burbujas se deslizan en el tobogán del lavabo.
Me miro las manos con insistencia.
Nada.
Un resquemor de menta inquisitorial me escuece el paladar.
Escupo.
Nada.
Mi gata se restriega las ganas en mis pantalones.
Le acaricio el lomo. Se arquea.
Miro al cielo en busca de ayuda.
(una limosna. cualquier cosa.)
Nada.
Uno de mis amigos debe estar muriendo en este momento.
Tenía cáncer. Sida. Herpes. Vida.
Los médicos le pusieron un curita sobre los ojos.
Dejó de ver. Pero su dolor también podía ser monocromático.
(si hay más que negro ya no es monocromático, ¿o sí?)
Callen al tuberculoso de arriba de las escaleras.
Demasiado temprano para morir.
Las orillas del universo se comienzan a deshilar.
María Magdalena sale del baño con una toalla enrollada en la cabeza.
Le miro el pubis rubio. Gotas de agua minúscula.
Podría tenerle lástima. Pero hoy no.
Se sacude como un perro mal educado.
Las gotas asustan a una araña que muere de un paro cardíaco.
Hitler tiene una empresa de reciclaje dos cuadras abajo.
¡Mamá, soy Paquito! ¡No haré travesuras!
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