martes, octubre 24, 2006
Mojado's Park
Resulta que la vida da muchísimo como para sorprenderse. Mi sorpresa la tuve el día de hoy hojeando-ojeando-medio leyendo una revista que publican estudiantes y maestros de la Universidad Iberoamericana y que se llama Ocho 80. En la sección "Latitud 0°", aparece un artículo-nota-nuncareportaje de María José del Conde en donde nos da noticia de la existencia de un parque temático con motivos de migrante extremo llamado "El Alberto". Se trata de tener una "auténtica experiencia extrema" fingiendo atravesar la frontera estadunidense con unos supuestos guardias fronterizos en una experiencia I-NOL-VI-DA-BLE. Cinco horas, según la ¿crónica? es lo que dura el viajecito éste. De fábula (O sea, ¡súper buena onda!), la "reflexión" final. Aquí la reproducción del artículo:
"Un día como migrante
por Maria José del Conde
En el estado de Hidalgo, en el municipio de Ixmiquilpan, hay una comunidad Ñañú, conocida como “El Alberto”, de dos mil habitantes. Con un estimado de 90% de su población viviendo “al otro lado” esta comunidad ha ideado un proyecto fuera de lo común. Una gran idea que ahora atrae a muchos turistas deseosos de vivir una aventura y también de comprender una de las situaciones más difíciles que se viven en nuestro país. Los pobladores de El Alberto venden la experiencia de ser migrante por un día a 150 pesos. La cita se da todos los sábados en punto de las ocho de la noche, en el parque Eco Alberto, una reserva ecológica, cerca de la carretera México- Pachuca. Asistimos puntuales.
ImageA las 8:00 de la noche nos pasaron lista, a las 8:15 estábamos trepados en las pick-ups de los “polleros”, quienes nos llevarían a la entrada del bosque. Tan solo pusimos los pies sobre el suelo, y las sirenas comenzaron a sonar. Todos salimos por piernas, nos olvidamos de cualquier modal o atención con los nuevos compañeros, “¡sálvese quien pueda!” y “¡a correr!”
Llegamos a un valle despejado, por donde cruzaba un río. Fue ahí cuando escuchamos el primer disparo. La sirena nos sorprendió, lográbamos ver una camioneta rondar por la carretera, no muy lejos de donde estábamos. “Border Patrol, Border Patrol. Salwuan de ahe.”- decían con acentos muy “gringos”.
En esta ocasión nuestro escondite fue perfecto, un túnel completamente oscuro, en el que empecé a experimentar una fuerte sensación de claustrofobia. Mientras esperábamos, Luís, un indígena que ha cruzado la frontera varias veces y ahora representado su papel de guía, nos contó como había sido su experiencia. “Desde que uno empieza a cruzar, uno siente miedo, la incertidumbre, si vas a cruzar o te van a agarrar. Contratas coyotes que no sabes quienes son, si te van a cumplir lo que prometen, si te van a robar, si te van a violar, si te va a abandonar en el cerro.” Esto lo susurraba entre penumbras. Y así fue también aquí, hasta que dejamos de escuchar que estaban a fuera pudimos salir. Descubrimos que ya no éramos los mismos, algunos se habían rendido y otros fueron alcanzados por la migra. Pero los que quedamos habíamos logrado cruzar la frontera. Fue así como concluyó la noche, llegamos al destino final. Después de casi cinco horas se acabó la aventura. Sólo para mí acabó. ¿Cuántas personas estarán cruzando en este momento?".
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1 comentario:
Dos cosas:
1. Estoy convencido de que el turismo (y todos sus productos derivados) es la prueba más fehaciente de todo lo que hemos perdido de humanidad. Cuando uno habla de turismo, es como si toda la historia, todas las muertes, TODO, hubiese pasado sólo para que el futuro le "rindiera homenaje" a través de los visitantes estúpidos que quedan "anonadados" con el "valor histórico-cultural-emocional-whatever" de las cosas (o porque al lado de tal-o-cual atractivo hay un bar en el que venden margaritas re-buenas).
2. ¿La palabra que estoy buscando es "puaj"?
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