miércoles, junio 13, 2012

El espectro de lo doble opuesto


 Tropa de Elite (Brasil, José Padilha, 2007).

Me queda claro que la fascinación que ejerce esta cinta está más que justificada. Por un lado, describe con crudeza y en términos cercanos la corrupción que existe alrededor de los cuerpos policíacos en la mayoría de los países latinoamericanos (y en varios del Primer Mundo). Por el otro, se convierte en un aparente alegato a favor de la mano dura y el fascismo. Esos dos elementos se convierten en el eje de reflexión de una cinta cuyo principal acierto es, precisamente, mostrar un cuadro amplio del fenómeno de la criminalidad en las favelas de Río de Janeiro, criminalidad que afecta de manera progresiva a todos los ámbitos de la sociedad hasta llegar a corromperla y desdibujarla por completo.
           La película está basada en el libro Elite da Tropa, escrita por el sociólogo Luis Edoardo Soares, a partir de las experiencias de los ex-capitanes de la policía especializada André Batista y Rodrigo Pimentel. Por medio del relato de Nascimento (Wagner Moura), capitán del Batalhão de Operações Policiais Especiais (BOPE), nos acercamos a la pirámide de corrupción en la que se involucra tanto a los oficiales de a pie como a la jerarquía policíaca brasileña. Queda en evidencia el proceso que hace que un pequeño acto de corrupción (el pago de cuotas a los comercios, por ejemplo), escale hasta las altas esferas en donde las ganancias de esos actos se multiplican geométricamente. La cinta relata el proceso que el capitán Nascimento se impone para encontrar a su sucesor, a partir de las reiteradas presiones de su esposa, quien está embarazada y no quiere que el padre de su hijo permanezca en el ambiente de sordidez y riesgo que es el combate cuerpo a cuerpo con la delincuencia de las zonas urbanas marginales.
           Es el relato también de la iniciación de Neto (Caio Junqueira) y Matías (André Ramiro), dos reclutas de la Policía Militar que quedan atrapados en medio de un tiroteo y, admirados por la manera en que el BOPE los rescata, deciden postularse para pertenecer al cuerpo de élite. Son las dos caras de una misma moneda: ambos descubren que el sistema está podrido y que las opciones para hacer lo correcto son mínimas. Neto es un soldado impulsivo, violento, con sed de acción; Matías es un estudiante de Derecho, cerebral, que reconoce la necesidad de respeto a las normas y a los derechos humanos. Se hacen amigos y es en ellos en donde el capitán enfoca sus posibilidades de sucesión.
           En ese proceso se confrontarán las diversas versiones acerca del fenómeno de la criminalidad. El trabajo de ONG's en las favelas bajo el control armado de facciones de narcotraficantes, por ejemplo. La hipocresía que la clase media educada y la clase alta ejerce dentro de ese contexto, donde se vuelven actores que muchas veces benefician a la capacidad evasora de las leyes por parte de varios de los criminales. La inserción de elementos ajenos a los territorios marginales pero que abonan en su condición: dealers de campus universitarios que se surten de mercancía con los capos de las favelas.
           Hay una tesis que utiliza la contraposición de posturas con respecto de la solución de problemas dentro de esos contextos extremos: por un lado, la intervención de un Estado que ejerce de manera total y rompiendo por completo con todo protocolo de derechos humanos en contra de criminales que también hacen gala de crueldad; o la acción de la sociedad civil obligada a jugar con las reglas que el contexto les impone, convirtiéndose en cómplices de un proceso que es como un virus, se multiplica, corrompe y destruye de maneras cada vez más dramáticas.
           Esa exageración de los dos extremos es lo que otorga una capacidad empática con el espectador que, sin embargo, está siendo cuestionada a cada momento. ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar con tal de hacer lo que crees que es lo correcto? El personaje cuya confrontación a esa disyuntiva llega al extremo es Matías, el estudiante de Derecho. Ante el asesinato de su amigo, decide romper con los límites que de manera consciente se había impuesto y se convierte, un tanto a contracorriente y sin mucho cuestionamiento, en un soldado digno de dirigir el BOPE.
           La película, y su director, han sido acusados de hacer un alegato a favor del fascismo. Acusación más que sensible en un país cuya historia reciente está marcada por la experiencia de las dictaduras militares de los años setentas. Sin embargo, cabe pensar un poco en cómo el juicio que se ejerce con respecto de las acciones atestiguadas en la cinta está condicionado porque en determinado momento el espectador es obligado a tomar partido. Y esa, creo yo, es una de las cualidades de la cinta: no deja al espectador indiferente, lo obliga, si no a ponerse de lado de alguno de los dos supuestos, sí a cuestionarse en qué lugar del espectro se encuentra. Tampoco se trata de satanizar a su director, como mencionó en algún artículo el crítico Artur Xexéo: “creer que Jose Padilha apoya las prácticas del BOPE por hacer Tropa Elite, tiene tanto sentido como acusar a Francis Ford Coppola de tener vínculos con la Mafia por dirigir El padrino”.
           La calidad del rodaje es de resaltar, el soundtrack acorde con las escenas que se encarga de musicalizar, el guión mantiene la tensión con que la cinta inicia prácticamente hasta el final de la misma. Las actuaciones son también un aspecto digno de mención, sobre todo si tomamos en cuenta que se está intentando reproducir la experiencia de personajes que existen en la realidad. El éxito de público que obtuvo le permitió, incluso, la realización de una secuela. Véanla y me cuentan qué les pareció. Yo, sin más, se las recomiendo.

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