jueves, mayo 03, 2012

La semana productiva

Hoy me enteré, por boca de mis estudiantes preparatorianos, que es vox populli entre los miembros de tan distinguida comunidad la existencia de un cosa denominada “la semana productiva”. Y es, literal, la semana en la cual los estudiantes intentan ponerse al corriente de todas las actividades académicas que no realizaron a lo largo del semestre. Parece una cuestión de broma, pero no lo es totalmente. De hecho es un rasgo que puede añadirse a todos los que le dan sentido a nuestra tan cacareada mexicanidad. Y esto porque esa noción, medio en broma medio en serio, puede aplicarse a la casi totalidad de las actividades desarrolladas en diversos estratos de la sociedad mexicana.
           La semana productiva para los congresistas, por ejemplo, son esas dos semanas hacia el final de año en la cual nuestros esforzados diputados se encierran a cal y lodo a sacar las leyes que urge aprobar para que parezca que el país avanza en su vocación republicana, multipartidista y harto democrática. Aparecen pues los mártires del desvelo aludiendo a la compasión pública para que puedan, como cualquier otro esforzado trabajador, dirigirse con las botellas de vino en su bolsita de La Europea a recibir el Año Nuevo en familia y con la tranquilidad del deber cumplido.
           La semana productiva previa a los procesos electorales se encuentra expresada en la celeridad con que son concluidas obras que han mantenido en jaque a las ciudades, poblaciones y carreteras del país. Obras públicas que parecían prolongarse hacia la eternidad, repentinamente son terminadas y puestas en funcionamiento para que a la población no le quede duda de que sus impuestos están trabajando. Aunque lo hagan con mayor celeridad solamente en periodos previos a elecciones.
           La semana productiva de los diversos becarios (académicos, creadores, “intercambiados”, a prueba) es el momento en el cual, después de once meses (o cinco, o veintitrés, que los plazos varían) de haber postergado las tareas por las cuales se les otorgó su beca, deciden concluir las tareas que cambiarán el rumbo de las artes, las ciencias, las relaciones internacionales, las clasificaciones académicas. O, simplemente, que les permita aparentar que el trabajo que realizaron es equivalente al estímulo que reciben a cambio.
           Porque, al final, la idea de una semana productiva tiene que ver con simulación. Con aparentar que el trabajo que se realiza de prisa, a medias, sin compromiso verdadero, equivale al que se realizaría con calma, en los tiempos acordados y con la calidad que su proceso de seguimiento requiere. Aparentar que se es un estudiante que merece la evaluación aprobatoria, un profesor que se ha ganado a pulso su aguinaldote y su año sabático, un diputadete que merece una nueva (cuarta, quinta) nominación a puesto de elección popular, un contratista que merece la adjudicación de una nueva obra, un académico que se merece estar en el SNI, o un maestrante con los merecimientos para aspirar a un doctorado (a veces con el mismo sueldo), y así…           También están los que conciben cada semana como semana productiva. Los menos. Los hay. Existen. Pero su tarea, de tan continua, suele pasar desapercibida. No son espectaculares porque su tarea es de hormiguita, de continuo. Son los que mantienen a flote el resto del año. Y de paso a una sociedad acostumbrada a la postergación, el cinismo y la improvisación.

1 comentario:

Jo dijo...

voy a decir una tontería pero puedes aventarme jitomates.
No se que tan productiva... sea la semanita esa.
... hacer todo en una semana loq ue no hiciste en un lapso..
es como eso de los arrepentidos minutos antes del cadalso.

sabes que tan "productiva" soy en una semana entera que no he podido hacer nada en mis labores de casa....?¿

me bastan dos dias!!!
uf...