lunes, agosto 09, 2010

Murania o el regalo del abismo


Todos hemos pensado, alguna vez, escribir un libro como Murania (Alejandro Pérez Cervantes, Tierra Adentro, 2007). Este libro de cuentos, acreedor del Premio de Cuento Joven Julio Torri en 2006, es un buen conjunto de narrativa con una sonoridad y una capacidad de evocación que pocas veces se ven en la literatura mexicana.
          En el principio de todo (y a lo largo de todo, y al final de todo) está una palabra: Murania. A partir de ese significante, Pérez Cervantes (Saltillo, Coahuila, 1973) consigue armar un rompecabezas que, sin embargo, tiene consistencia de manera autónoma en cada una de las piezas que constituyen su libro. Evocación de la frontera, del mundo rural, de la migración, del arrabal, del cosmopolitismo, de la búsqueda; todo el libro desprende esa sensación evocadora.
          En Murania se hacen evidentes dos presencias: una, la de Jorge Luis Borges, en la construcción del laberinto de espejos que son las historias de los personajes; otra, la de Roberto Bolaño, con esas estructuras fragmentarias que relatan una-muchas-una historia(s) que sólo pueden ser entendidas en conjunto. Pero también está presente Rulfo, en esa sensación de extravío y de aridez que recorre el volumen.
          Murania es el norte de México como escenario. Y es la presencia de los Estados Unidos como animador de una producción cultural que llega a rebasar la pura coincidencia nacional de la migración "hispana" al otro lado del Río Bravo.
          Dos son las fuerzas que impulsan en sentidos diversos pero convergentes a las narraciones de este libro: por un lado, la creación continua de imágenes (consecuencia probable de la formación en las artes plásticas del autor) y, por el otro, el uso de la lírica en una avalancha de metáforas e imágenes que, incluso, llegan a interrumpir el desarrollo de las tramas, pero que no impiden que laintención narrativa se pierda.
          Es, sin duda, un rompecabezas que merece el esfuerzo de ser armado. Acá una muestra:
Murania no es un lugar, apenas una temblorosa luciérnaga en la memoria de un viejo que en las madrugadas blasfema contra un foco de cuarenta watts.
          Murania es el olvido. Un camino de polvo. Una camioneta. Un cine ambulante. Es la faz de plata de una muchacha en la oscuridad. La veta invisible de mineral que atraviesa la montaña como una lanza sagrada atraviesa el cuerpo de un gigante dormido.
          Murania es una palabra mágica. Una película que nadie recuerda. Una emoción y un temblor que dura más de medio siglo.
          Murania es una ciudad subterránea. Es el sueño de los mineros, los que la buscan como a una veta oculta, o una mujer dispuesta en la penumbra.
          Murania es el nombre secreto de la tierra.
          La palabra que a los hombres, como a los mineros, les abre un agujero de luz en la frente.
          La perforadora que en el túnel taladra bocarriba, y al final de la piedra no hay oscuridad, sólo un pozo de cielo. (p. 53)

Alejandro Pérez Cervantes, Murania, México, Tierra Adentro, 2007.

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