viernes, octubre 30, 2009

Texto de presentación de Nostromo 2 en el PUMC


BITÁCORA DE LO POSIBLE

La sección de letras de Nostromo nació como un complemento necesario dentro de la configuración de nuestra revista. En ella se plantearon, de entrada, dos divisiones fundamentales que comenzaron a funcioJustificar a ambos ladosnar desde el primer número. Por un lado, la parte que atañe de manera directa a la crítica literaria (Letras) y, por el otro, lo que se refiere a la crónica y la creación (Bitácora).
          Dentro de la primera parte se incluye la posibilidad de trazar líneas de reflexión que crucen por la idea de autor, de obra, de tendencia o de identidad relacionada con la literatura producida en nuestra región. Ahí podemos identificar, criticar, ensalzar, inconformarse, recordar, recuperar y demás infinitivos a obras y autores que identificamos en tres partes: el canon latinoamericano, los olvidados (raros, incomprendidos, poco leídos, poco "comerciales") y los novísimos (los jóvenes vivos que publican y aspiran a formar parte del canon). De la misma manera, esta sección está abierta a recibir las reflexiones que la literatura latinoamericana, con su mucho de variabilidad y lo diverso de su propuesta, ha configurado en determinado momento como tendencia o como posibilidad de caracterización.
          La segunda parte, nuestra Bitácora de navegación, permite la reflexión de América Latina desde la creación e incluye géneros como la crónica, el cuento, la poesía y el ensayo experimental. Es aquí donde se puede observar un mosaico diverso de las ideas que rodean la posibilidad de resignificar América Latina como un escenario desde el cual se puedan contar historias que nos puedan (o al menos pretendan) lanzarnos nuestra propia imagen al rostro. En este sentido, es que la sección de letras implica el proyecto de configurar un corpus de textos que puedan ser identificados con los temas, las preocupaciones (políticas, culturales, estéticas) y las ideas personales de una América Latina que no finque en la evasión su posibilidad creativa.
           En Nostromo cuestionamos conceptos como los de cronotopo cero, planteada como la ambición de desaparecer los referentes culturales, geográficos, históricos, de una región que ha padecido, la mayor parte de su historia, de su imposibilidad de enunciación. Que tuvo que metaforizarse en exceso para poder ser incluida como pretexto literario.
          En Nostromo cuestionamos también la canonización a partir (y a pesar) de las modas. Nos interesa lo que la literatura contemporánea de Latinoamérica está generando, pero también nos cuestionamos el hecho de que la industria en la que se expresa no tenga como un objetivo propio la expresión de sus preocupaciones o posibilidades estéticas. Es decir, la posibilidad de crear una poética de y para latinoamericanos; y no exclusivamente una poética acorde a las necesidades del mercado de las editoriales españolas.
           Hoy en día pareciera anacrónico y motivo de inflamaciones retóricas insistir en la cuestión de la identidad referida a América Latina. De hecho, en algunos círculos estas cuestiones remiten a las preocupaciones de gente envuelta en ponchos o sarapes, con barbas de varios días, con camisetas del Ché y que se pasa el tiempo escuchando los discos de Silvio Rodríguez y comentando La batalla de Chile. Esencialismo y estereotipo que reducen la posibilidad de pensar lo que somos a una mera caricatura.
           Este estereotipo ha funcionado, incluso en lo que se refiere a la configuración de lo latinoamericano desde la escritura. Las tendencias actuales dentro de la creación dirigida al mercado exclusivamente coinciden en plantear las historias en lugares inubicables (generalmente ambientes urbanos que reviven la experiencia dicotómica de la civilización-barbarie) o en los escenarios de las grandes urbes. De tal forma tenemos a nuestros personajes, que regularmente NO son latinoamericanos vagando por Alemania, Japón, África, Nueva York, y hablando y relacionándose como personajes ajenos a la realidad desde la cual sus autores los han creado.
           Esto no pretende establecer una generalización, también hay otras manifestaciones de expresión de lo latinoamericano que remiten a lo que puede ser exhibido como experiencia turística o exotismo casi de folletín aventurero decimonónico: el narcotráfico como experiencia extrema y cotidiana de lo rural mexicano, el regodeo en las tramas esotéricas-eróticas de la Conquista-Colonia, las agonías existencialistas de la burguesía urbana (que es casi igual a la burguesía globalizada internacional [¿será esto ya una redundancia?]). La mirada a la historia es didáctica, expositiva, internalizada; casi nunca es crítica.
           Y cuando digo crítica me refiero a la posibilidad de repensar lo latinoamericano a la manera de Jorge Ibargüengoitia, donde lo histórico se convierte en parodia de algo que se concibe, en primer lugar, como parodia de la realidad de modelos imitados (¿parodia x parodia= realidad?); de lo esperpéntico hiperrrealista a la manera de Fernando Vallejo, que intenta deconstruir los mitos fundantes de los traumas latinoamericanos: la madre, la patria, el Estado, el catolicismo; de la poética de lo latinoamericano como proyecto estético a la forma de Roberto Bolaño, donde las calles de México son las calles de México y el exilio es la conciencia de ajenidad despojada de lloriqueos. Sólo por mencionar algunos casos.
           No se reconoce originalidad en la producción cultural de lo latinoamericano (más allá del modernismo o del boom, el estado del arte es, por decir lo menos, desértico). Y sin embargo, una mirada cuidadosa nos remite a reconocer que muchos de los mitos fundantes de nuevos "géneros" han tenido manifestaciones primeras en Latinoamérica. Dos ejemplos: como reflejo condicionado, e incluso como reactivo de examen de ingreso a la universidad (que es una forma de institucionalizar el reflejo), cuando se cuestiona acerca de la paternidad del concepto de la non fiction novel, la respuesta es inmediata: A sangre fría de Truman Capote. La obra data de 1966 y significó un hito en la concepción de los límites impuestos entre la ficción literaria y el periodismo. Si revisamos los elementos que legitiman el bautismo de la obra dentro del género aludido, veremos que éstos ya existían en Operación masacre de Rodolfo Walsh, escrita con diez años de anticipación a la obra de neurótico norteamericano. Otro más: se reconoce a Will Eisner y su obra Contrato con Dios como el punto de partida del concepto novela gráfica. Claro que los fanáticos del comic, más minuciosos en muchos sentidos que los fanáticos de la literatura, han extendido la discusión de esa paternidad a autores como Jim Steranko o Burne Hogarth; rara vez esa discusión dirige su mirada al hecho de que la editorial Ramírez editó en Buenos Aires El eternauta de Héctor Germán Oesterheld y Solano López en el formato que sería reconocido posteriormente como novela gráfica en 1961, es decir, doce años antes.
           Más allá de la posibilidad de polemizar con trivias aceptadas de manera general, lo que me gustaría poner en perspectiva es la manera en que la cultura hegemónica cubre, recubre y encubre la posibilidad de reconocer originalidad en los productos que, a veces incluso por casualidad no planeada, salen desde América Latina. Pensar en las posibilidades de resistencia contra ese pensamiento hegemónico en autores como el aludido Oesterheld. Este autor de historietas realizó lo que Juan Sasturain llama "el cambio de domicilio de la aventura", llevó las tramas de ciencia ficción que se suponían exclusivas de las grandes urbes de las potencias mundiales (Nueva York, París, Londres) a escenarios latinoamericanos: invasiones extraterrestres cuyas batallas se libraban en las calles de una Buenos Aires que se reconstruía con las historias y los dibujos de los autores, viajes en el tiempo a una pampa desolada, historias tradicionales de indios y vaqueros traducidas a conflictos de ejércitos decimonónicos y gauchos rebelados. Pero el mecanismo no consistió solamente en el traslado de las tramas a escenarios reconocibles por los lectores inmediatos, sino a una adecuación de las condiciones de comprensión de lo heroico y lo histórico a las características inmediatas. Juan Salvo, El Eternauta, por ejemplo (y en su concepción original), no es un super héroe extraterrestre o depositario de poderes ultraterrenos, sino un ser común y corriente, perteneciente a la clase media y necesitado de la colaboración de la colectividad para llevar a buen puerto las demandas que la aventura le ponía por el frente. La colectividad como un valor para pensar desde América Latina.
          Esta revista también pretende construirse a partir de la colaboración colectiva. A partir de lo que los demás tengan que decir. Es por eso que sus páginas están abiertas y esperando las colaboraciones que nos ayuden a construir este esfuerzo que es, también, colectivo y que pretende significar lo que representa pensar desde y sobre América Latina.

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