domingo, octubre 12, 2008

El gato


El gato sobre el sillón.
Mira un punto fijo, una línea lejana.
Se sacude las ideas y luego echa a andar.
Pelea a muerte contra sombras, insectos y su propia cola.
Después se aburre y se echa a dormir.
Es una guerrilla de sueño gatuno.
A veces lo encuentro en el clóset y pega la estampida, pasando incluso sobre mi cuerpo.
Otras veces en el cesto de la ropa sucia.
En el tapete del baño.
En mi lado favorito de la cama.
Junto a la estufa.
En la barra de la cocina.
Sobre los cojines de las sillas del comedor.
Entre las plantas que a punto están de secarse.
Sobre la computadora tibia.
Y a veces, sólo a veces, acurrucado encima de mis piernas.
El gato me cae bien.
Es un amigo al que no hay que explicarle nada.
Basta con acariciarle el lomo y oírlo ronronear.
Una mariposa se mueve al otro lado de la ventana.
El gato salta de su refugio e intenta atraparla.
No entiende la lógica de los vidrios transparentes.
Se aburre pronto y desaparece por las escaleras.

1 comentario:

Jo dijo...

decia ambrose bierce, que el gato tambien era un buen pretexto para patear cuando algo salia mal... un ser blando pero indestructible del ámbito domestico

me hace falta uno en casa definitivamente... aunque hay otra clase de gatos a los que ni loca mantendria

je