Me llegó a mi correo este texto de uno de los mejores escritores de América Latina, según mi consideración: Luis Pescetti. De harta conveniencia para estos días.
Caprichos y razones
Uno de los mitos sobre la infancia afirma que los chicos son caprichosos.
No es así. Toleran menos las frustraciones, que no es lo mismo.
Si entendemos por capricho una conducta errática, inesperada, a la que cuesta encontrarle justificación o sentido, los chicos son lo menos caprichoso que se pueda encontrar.
Viven sedientos de congruencia. Esperan y necesitan que su mundo, y el mundo que rodea al mundo que los rodea, sea previsible, responda a leyes y reglas que se pueden aprender y que se cumplan.
El caos les asusta. Si los adultos con los que crecen tienen conductas, ahora sí: caprichosas, se angustian, se asustan o enferman, según la gravedad de lo que ocurra.
Sin embargo la vida cotidiana está llena de momentos que presentan contradicciones, zonas ambiguas; y uno mismo, como adulto, no siempre puede ni debe dar respuesta a esas contradicciones. Pero eso no es lo mismo que callar u ocultar. Siempre que sea posible lo mejor que podemos hacer es hablar sobre eso. Nombrarlo. No hacernos los zonzos.
En México, los chicos estuvieron expuestos a montones de noticias en torno a las elecciones y los reclamos de legitimidad.
En Argentina, uno de los temas que los chicos oyeron estas semanas en los noticieros es el de los "superpoderes" (el poder ejecutivo reclama atribuciones que recaían sobre el legislativo).
No son temas menores. Mal podemos pedirle a los chicos que aprendan y respeten reglas cuando ellos ven que "en el mundo real" éstas se saltean o, en el mejor de los casos, se cuestionan o se construyen.
Este boletín llega a gente que vive en muy distintos países, cada uno sabrá qué debe encarar, por razones obvias, mencionaré el argentino. Son sólo algunas ideas para empezar a indagar sobre el tema, o tratar de ponerle palabras. No pretenden abarcarlo, son apenas ideas sueltas. Mejor si no es el silencio.
Estas atribuciones que reclama el ejecutivo (los “superpoderes”) se relacionan con el equilibrio entre la necesidad de actuar sin trabas que tiene un gobierno y la necesidad de contrapesos que tiene la democracia.
Cuando estás en un grupo muy grande muchas veces podés sentir que, si todas las decisiones van a consenso, se tarda demasiado o se termina no haciendo nada. Eso puede acabar desesperándote y haciendo que reclames que algunas decisiones sean más rápidas y sin tantas vueltas.
El problema de eso es quién elige al que decide, y qué controles tendrán sus decisiones.
El riesgo es cómo se controla a quien elige por los demás. La democracia se basa en un juego de contrapesos, en que no haya voces únicas, y en responder ante otros.
Una de las formas de medir el liderazgo de una persona no es su poder para imponer sus decisiones sino cuánto contrapeso tolera, dicho de otra manera: cuánto sabe convivir con otros diferentes, negociando límites.
Por eso me gustó mucho una palabra que dijo uno de los presidentes en esta cumbre del Mercosur.
Fue la palabra que me sonó más real y creíble de tantas que escuché. Más que otros discursos muy largos (tan largos que uno piensa: “Éste habla tanto que no debe quedarle tiempo para oír a otros”).
Y la palabra que me hizo abrir las orejas fue del presidente de Brasil. Lula dijo que para construir esta unión de países hacía falta “paciencia”. Cuando hablás de paciencia, hablás de impaciencia, de impacientes, de que hay que convivir con otros que te tienen paciencia, a los que tenés que tener paciencia. Me pareció tan sensato, cierto, sencillo, sincero.
Así que, adultos al volante/manubrio, en la medida que buenamente puedan, eviten silencios o frases estilo “En este país no se puede vivir”, “Acá está todo mal”, “Son los mismos ladrones de siempre”, “Son todos iguales”, y charlen, charlen, pregunten. Recuerden que siempre está a la mano el mágico recurso de decir “No sé”, “Esto no lo entiendo”, y seguir buscando.
1 comentario:
"No sé" "Esto no lo entiendo"
palabras sabias que nos cuesta tanto decir
saludos fraternos
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