Al J. Daniel
Un amigo-amigo (la diferencia entre los "amigos" y los "amigos-amigos" es casi la misma que hay entre las famas y los cronopios, los primeros tienen esa mención casi de cortesía, mientras que los segundos son los permanentes, los eternos, los chidos) me escribió recientemente para criticar dos cosas: primero, el supuesto nuevo estilo de locutor de Wradio que le estoy imprimiendo a mis escritos y, segundo, la falta de originalidad a la hora de plantear escenarios suicidas.
El correo me hizo sentir de manera honda aquello que se siente solamente cuando se reconoce a un cómplice vital. Te puede decir que lo que haces, o lo que dices, o lo que escribes, o la forma en la que vives, se parece peligrosamente a la mierda; y tú, en ningún momento te sientes ofendido. No ocurre así con los entrometidos, con los paseantes, con los transitorios. Con ellos te molestas irremediablemente. Con lo bien que me caía, alcanzas a decir.
Tener amigos en estos tiempos es una de las cosas más difíciles en las que se pueda pensar. En el siglo XIX y en gran parte del siglo XX (la primera mitad sobre todo) era una cuestión sobreentendida, una necesidad vital. No podías andar de un lado para otro sin tener conciencia de que alguien iba a sacar la cara por ti si en algún momento la cagabas; o que se iba a aventar un trompo nomás porque era tu amigo y no precisamente porque estuviera de acuerdo contigo.
Hoy es difícil encontrar esas afinidades. Camino por mis ya casi treinta y me doy cuenta que la lista de mis amigos-amigos no ha crecido con la misma proporción en que sí lo han hecho mis kilos, mis entradas capilares y mis prejuicios.
Pero la carta de mi amigo-amigo me devolvió a un tiempo del cual es difícil zafarse, por el simple hecho de que si a tí se te olvida lo equivocado que puedes estar, siempre habrá alguien para echártelo en cara sin tapujos. Lo que hago con mis amigos-amigos no lo hago con nadie más: hablamos mal de los autores de moda (de los que SOLAMENTE están de moda), desacralizamos a los consagrados, nos burlamos de los revolucionarios de aceite de oliva y NutraSweet, caminamos largos trechos sin hablar mirando a todos lados y coincidiendo en la mirada cómplice cuando algo nos llama la atención (por lo regular unas buenas nalgas), sonreímos a escondidas porque descubrimos algo de lo que nadie se da cuenta y no esperamos para contárselo al otro, le mentamos la madre a la autoridad, recordamos la misma anécdota con anatomía simétrica encontrándola siempre graciosa (sólo funciona con los amigos-amigos, con los amigos, por lo regular, conduce únicamente al tedio), vemos los partidos de fútbol revolcándonos en el suelo o hincando pidiendo al mismo Dios un milagro, nos mandamos postales de nuestras excursiones, fotos de las nuevas novias (nunca duele que un amigo-amigo nos diga que nuestro nuevo prospecto parece un espectro, o es una falsa, o se ve bien zorra, o ya te tiene bien agarradito de los huevos), y, finalmente, nos atrevemos a decirnos lo que no nos gusta del otro.
Lo maravilloso es que todo lo anterior ocurre aún y cuando los amigos-amigos estén separados por kilómetros de rutina o de distancia. Los amigos-amigos habitan en un lugar en el que las reglas físicas no pueden aplicarse. A mis amigos-amigos sólo les puedo decir que estoy aquí. Como siempre.
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6 comentarios:
Tengo un "amigo" que convivió íntimamente con un playmovil hasta los 13 años -cuando el juguete perdió la cabeza- , se quedó sin amigos...
los verdaderos amigos, no son amigos, es como un amante al que quieres entrañablemente y que deja huella permanente en ti, porque la verdadera amistad es un fuerte -muy fuerte- lazo de amor fraternal (y no son joterias)por eso es que podemos dejar hasta que nos mienten la maceta con la seguridad de que siempre estara ahi cuando hagan falta
p.d. nunca dije falta de originalidad para plantear escenarios suicidas... quize decir "vulgarmente comun y falto de estilo"
Neonidas: bienvenida (o) y bien leída(o) en este su blog, pásele, pásele cuendo quiera. Yo tuve durante un tiempo un amigo que era El principito, y no es el personaje, sino el libro en sí. Aquel que salió en la colección Auriga de la Biblioteca Austral
Cola de venado: sólo hay una forma de responder a tu corrección del segundo comentario: ¡VÁYASE DIRECTITO A LA CHINGADA! Un abrazo, hermano, y no te creas, igual y un día sí te caigo en tu casa vomitando sangre y botando cerraduras para que invites la caminera. Ah bueno, y ya tomando la palabra del primer post: ¡chinga tu madre, cabrón!
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