miércoles, octubre 23, 2013

Doctora de cabecera




Para Laura, por supuesto.

Hoy es Día del Médico. Y a mí, el campeón de los distraídos, se me pasó felicitar por la mañana a una con quien comparto mi vida. Pero yo sé que ella me perdonará como perdona muchas otras cosas. Generalmente las que tienen que ver con mi indisciplina e incapacidad de seguir al pie de la letra las indicaciones para tomar mis medicamentos o mi defensa de los métodos alternativos.
          Durante cinco años he atestiguado el esfuerzo que representa para un profesional de la medicina especializarse en algo dentro de su área. Días sin dormir, dietas erráticas, lecturas de documentos en duermevela, guardias, contacto cotidiano con la muerte. En este país se lleva a cabo una explotación metódica de los trabajadores de la salud. El trabajo de cuidar de los pacientes, en el sevicio público, corre muchas veces por parte de los estudiantes que cargan sobre sí la responsabilidad de mantener a flote los servicios que el sector ofrece.
          Cuando la Muerte aparece, también, son los primeros responsables a los cuales achacar el paso del tiempo y las fallas de la biología. Nunca se culpa a la vida licenciosa, a las comidas en exceso, a los descuidos voluntarios, al designio divino. Se culpa, en primer término, al médico. Y habrá alguno que, por errores a los que no estamos exentos ninguno de los humanos, sea en realidad culpable. Pero, la mayoría de las veces, tienen que cargar con los efectos de esta cuestión de manera injusta.
          Antes creía, con sinceridad, que los médicos se aprovechaban de sus conocimientos para enriquecerse sin pudor. Hoy el conocimiento de experiencias cercanas me arroja nuevas luces: los esfuerzos realizados para que alguien se convierta en domador de la Enfermedad y cancerbero de la Muerte son suficientes para justificar tal cosa. Porque aparte de conocimiento se requiere tener otras cosas para ejercer la medicina: paciencia, buen oído, capacidad para reconocer los errores, humildad (esta no es muy fácil que digamos), empatía. Una serie de habilidades que no cualquiera está destinado a desarrollar o, siquiera, a poseer.
          Por eso hoy reconozco el esfuerzo de todos aquellos que se dedican al noble arte de la medicina. Que, al tiempo que curan los cuerpos, sigan aspirando a curar las almas de quienes todos los días, o al menos alguno, tenemos necesidad de su existencia. Yo uno de los más necesitados. Con la suerte de tener doctora de cabecera. Literal.  

1 comentario:

fredy jimenez dijo...

oiga que guapaaaaaa ess aparte de talentosaaa