jueves, septiembre 27, 2012
Búsqueda y fuga
Mi madre llegó, alguna vez, a preocuparse seriamente acerca del porqué solía "desconectarme". Mientras tomaba el desayuno o la comida fijaba la vista (o eso parecía al menos) en un punto más allá de la ventana y no existía poder humano que me hiciera atender algo más que aquello que pasaba por mi cabeza entonces.
Era un ejercicio de concentración extrema. soltar el pensamiento que se volvía entonces puro pensamiento.
¿En qué pensaba durante la infancia que me generaba tal capacidad para abstraerme del mundo? No lo recuerdo. Incluso tengo dificultades para intentar imaginármelo. ¿Cuáles son las preocupaciones de un niño/ adolescente? ¿Qué permite esa capacidad de separación del cuerpo y sus estímulos externos en beneficio de una búsqueda interna e intelectual?
Hoy tal ejercicio parece vedado. Aunque los detonadores de poderse abstraer del mundo son más numerosos (un partido de futbol, el ruido blanco de la radio y la tv, las horas de procrastinación en las redes sociales), las motivaciones son distintas. Ya no nos impulsa, como en la infancia, la búsqueda de una respuesta, sino la fuga de un mundo que cada vez se muestra más hostil a la posibilidad de permitir el ejercicio de la imaginación y la reflexión.
Hemos vaciado nuestras mentes. Las hemos saturado de estímulos y ya no responden.
Tal vez, algún día, pensar sea una actividad que llevaban a cabo seres prehistóricos (a partir de los nuevos horizontes en que se planteará la concepción de los histórico como tal) y que los volvía vulnerables al mundo dinámico e indetenible.
Porque pensar exige tomar una pausa, imaginar un silencio (concebido en términos espirituales no de decibeles) y estar dispuestos a plantearse la búsqueda de una respuesta.
El destino nunca es lo importante, sino la búsqueda permanente para que ese destino se transforme, también, de manera permanente. Es una de las cosas que nos mantiene vivos, sin duda alguna.
Como para ponerse a pensar, ¿no?
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