martes, marzo 20, 2007

Objetos perdidos

¿Dónde quedó la vocación social de los intelectuales? ¿el sentido común de los gobernantes? ¿la idea de nación? ¿Dónde la inteligencia de los asesores? ¿la memoria histórica? ¿dónde la crítica? ¿los periodistas que hace preguntas cuyas respuestas ignoran?
          ¿Dónde las películas que te rompen los huevos por dejarte gimiendo en el piso y no porque te dormiste esperando el conflicto? ¿los amigos que te buscan para chelear y vivir al mismo tiempo? ¿las mujeres que no te piden amanecer en un lecho que, como órgano trasplantado, te rechaza? ¿las que beben en silencio y fornican a todo volumen? ¿las que piden permiso para entrar al abaño? ¿las que no piden permiso para hurgar en tu cuerpo?
          ¿Dónde los güeyes dispuestos a romperse la madre nadamás porque otro lo vio feo? ¿o porque le gustó su morra? ¿dónde los envases de cerveza con el pico cortado y a punto de entrar en el estómago de cualquier hijo de puta?
          ¿Dónde los lavaderos de azotea en los que se coge con las vecinas olvidadas? ¿los clósets que esperan a que el marido se vaya para abrirse? ¿los sillones chafas que se rompen con los vaivenes del sexo descarnado? ¿la arena que se te mete en el culo cuando decides tirártela (o) a la orilla de la playa? ¿el semen embarrado en las paredes de los portones de los novios quinceañeros? ¿la puñeta que alivia sin pedir nada a cambio?
          ¿A dónde fueron las ganas de comerse al mundo? ¿De matar a ese güey que te purga? ¿de cogerte a las niñas ricas de universidad nais nomás por pura justicia social? ¿de aplicarle la hurracarrana a la muerte? ¿dónde? ¿dónde? ¿dónde?
          Quizá, con el tiempo, uno pierde más que cabellos, amigos y dos o tres apuestas. Quizá, pero sólo quizá, vivir signifique aprender a soportar la propia cobardía.

2 comentarios:

Alfredo dijo...

Una vez leí, aunque no recuerdo el autor, que llega un momento en que la vida de un hombre es una derrota aceptada.

A veces pienso que es cierto, y que lo único que nos queda es llevar la derrota con la mayor dignidad posible. Aún con la consciencia de saber que es pura cobardía, pero creo que el miedo es lo que nos impulsa a comportarnos como lo hacemos la mayor parte de las veces.

En ocasiones, trabajamos por miedo; nos enamoramos por miedo; abandonamos por miedo. Y muy buena la entrada anterior, fantástico texto.

Un saludo desde España!

joel.flores1984@gmail.com dijo...

Haroslav Kepleer escribió que no hay peor miedo que el que se tiene uno mismo, y esto equivale a que no hay peor lucha, tanto en el ajedrez como en la vida, que la que se tiene uno con su otro yo. Ahora imaginemos una esquizofrenia catatónica, en mi caso en da más miedo el olvido individual, el extravió de los sentidos.


un abrazo