martes, junio 06, 2006


Para Norma

Tú que sabes lo que es la mordida del insomnio. La llama incandescente de los fantasmas del recuerdo. La que pasó el tiempo creyéndose Ana Karenina con un ardiente deseo disfrazado de libro en el andén de aquella estación. La estación se llamaba Memoria. Ahí, paradita sobre tus incendios. Mirando cómo el atardecer era igual de gris que la mañana, y saludando a las gaviotas que raudas volaban hacia el sur. En busca del calor de otras arenas, las risas de otros niños, los besos de otros lagos.

Tú que sabes lo que es aspirar el vaho que acaba de salir de tus labios. Que te ahogas con el mismo aliento que respiras interminablemente. Déjalo ir. Que se vaya a fecundar semillas germinadas de olvido. Alfalfa del dolor que se asoma en el poniente. ¿Hacia dónde caminan los suspiros extraviados? Sin brújula no pueden llegar muy lejos. Estás en el abismo, suspendida por las cuerdas de tus propios miedos. Déjate caer. Siente el impacto. La historia sobre un tipo que se deja caer de un edificio de cuarenta pisos. Lo peligroso no es la caída. Es el aterrizaje. Aterriza de cabeza. Muérete. Y después sacúdete y echa a andar.

En la vigilia, los necios de recuerdo nos hallamos. Hemos dibujado más constelaciones que cualquier astrónomo aficionado. El sueño se nos niega porque habitamos consistentemente en las pesadillas. ¿Cuánto nos falta para despertar? Si sientes que las lágrimas resbalan sin aviso, que el aire del cuarto se contrae, que, por más que quieres evitarlo, los sollozos acuden puntuales a tu garganta. Que los zapatos aprietan. Que las ropas acaloran. Que el frío inmenso nos pone la piel del alma sembrada de granitos. El frío es el miedo. La soledad el hielo. La sonrisa ausente. La vida esperando ya impaciente.

Tú que revuelves cartas, silencios, promesas, vacíos, ojaláses. Cierra ese cajón. Huye corriendo. Afuera te espera una nueva vida. La que quieras construir. La que lleve tu marca, tu señal, el sentido del estar. Cierra la puerta de esa casa desvencijada. De ese mundo apolillado. Lánzate en un viaje sideral hacia la nada. Construye el nuevo tiempo, el sitio correcto, las visitas esperadas. Visita de vez en cuando una botella. Hasta que el líquido se agote. Se pierda entre tus venas. Y surja entonces el coraje de saberte sola. Pero como sola, única. Dueña de las letras que digieres, de las fotos que caminas, de los besos que regalas. Dueña de ti. De tu cuerpo. De tu alma. De tus sueños. Dueña del perro despertador, del gato que se estira entre las sábanas, del café caliente a mediodía, de dormir sin pena y sin mañana. De sentir en los labios el sabor de la vida que regresa. El sabor de los días, de las semanas. El nuevo tiempo comprimido en mil tabletas de alegrías no habitadas.

Tú que a partir de hoy dormirás sin preocuparte. Por todo lo que no has soñado ni vivido por estar absorta en el pasado, la vida anterior al puerto presentido. Tú que no sabes qué hacer, ni a dónde ir, ni a quién culpar. Tú que te sientes aludida. Sonríe, levanta la cabeza y entérate: no estás sola.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias...