martes, enero 17, 2006

Recomendaciones











Siguiendo el consejo de Enrique Ganem publicada en el Diario Monitor en estos días y en el que sugería que se creara una red de recomendaciones de lectura, para que se generara una comunidad sólida de lectores que compartieran su gusto y su conocimiento de diversos autores, así como se dieran discusiones que pudieran despertar la adormecida conciencia que se supone deberíamos de tener, es que me permito comenzar las recomendaciones de la semana con un autor que a mí me parece maravilloso en este ecléctico, y “posmoderno” dicen algunos, inicio del siglo XXI: Pablo de Santis.

Pablo de Santis es un escritor argentino que ha podido combinar tradiciones narrativas aparentemente desconectadas en una obra coherente e inquietante. Editor de cómics y literatura juvenil en su país de origen, ha logrado llevar a la literatura “seria” las influencias que tales géneros le han dejado en el inconsciente. De la misma forma, ha llevado al extremo la recuperación dentro de ambientes sumamente opresivos de autores propios de la filosofía hermética y de diversas tradiciones esotéricas.

Las obras de este joven autor (nació a finales de los sesenta) constituyen ya un corpus importante: alrededor de diez novelas y diversas participaciones en antologías y publicaciones periódicas. Entre las novelas más interesantes, y he aquí la recomendación, de este autor argentino tenemos títulos como: El teatro de la memoria, historia en la cual se entretejen ambientes oscuros que no le pedirían nada a los dibujos que Lloyd realizó para el V de Vendetta de Moore, interpretaciones de textos herméticos de Mateo Ricci, una revisión al papel de la ciencia ficción de los años cincuenta, así como la recuperación de textos de Giulio Camillo, y un aire del Borges que escribió “Funes, el memorioso”, por ejemplo; Filosofía y letras, que narra la aventura de un explorador dentro de una biblioteca laberíntica y vertical dentro de un recinto universitario en el que se ha cometido un crimen que no se ha podido resolver aludiendo a los razonamientos y métodos tradicionales, hay aquí un tufo al Umberto Eco de El nombre de la rosa que no es posible ignorar; El calígrafo de Voltaire, que narra el shock cultural y de asimilación histórica que tuvo para profesiones específicas como la de los calígrafos la aparición de la imprenta, al mismo tiempo que se desliza por la historia de la segunda mitad del siglo XVIII para hacer una revisión de la influencia que los eventos europeos tenían sobre el continente americano; y La traducción, acaso el más logrado de sus trabajos, en el que una serie de asesinatos en un congreso de pacíficos, y aparentemente inocuos, traductores de libros que reviven y plantean la posibilidad de recontruir la lengua originaria, la lengua de antes de Babel, la lengua que se hablaba aún en el mismo infierno, la lengua del Aqueronte.

Esta es una pequeña muestra de los temas y las historias que le gusta crear a este argentino con cara de hobbit. Dignos de recuperación, son, por ejemplo, los supuestos fragmentos de la libreta de apuntes de Nigro en El teatro de la memoria:

en el gabinete de las maravillas del palacio de praga había una cabeza de un hombre que había tenido una memoria prodigiosa. un médico que frecuentaba la corte robó la cabeza. cuando los enviados del emperador lo encontraron, ya había devorado una oreja. dijo que quería recibir una parte de su poder: lo que llamamos memoria es una colonia de animales diminutos que fluyen en la sangre pero fijan su palacio en el cerebro. el médico fue encerrado en los sótanos de un monasterio. la cabeza mutilada volvió a formar parte del gabinete de las maravillas. (p. 123, sin mayúsculas y en cursivas en el original)

O la descripción que en ese mismo texto hace del teatro que la Fundación Nigro contruye para llevar a cabo la gran obra arquitectónica que Camillo había prefigurado en su obra.

El teatro de la memoria era un anfiteatro invertido: en las gradas estaba el inmóvil espectáculo, y en el escenario el espectador. El siete era el número que presidía la construcción: había siete columnas —las siete columnas del templo de Salomón— y, detrás de cada una, siete gradas. En total cuarenta y nueve espacios, poblados de paneles con símbolos y muebles piramidales de siete cajones cada uno. [...] El teatro de la memoria era una representación del universo. Su plano general era, a la vez que un mito, una alegoría de las virtudes, los oficios, los viajes, las leyes de la naturaleza, la génesis del hombre, las partes del alma, los castigos del infierno, la estructura de la memoria misma, la soledad. [...] No era como el arte de la memoria tradicional un instrumento para conservar otros conocimientos: el teatro era el conocimiento absoluto en sí mismo. (pp. 116—117).

Que nos remite a Borges y al texto original de L'Idea del Theatro de Camillo, así como nos pone a pensar en El arte de la memoria de Frances Yates y El palacio de la memoria de Mateo Ricci como las fuentes principales de inspiración que Hannibal Lecter, el inolvidable personaje de Thomas Harris, construye dentro de su mente mientras se halla en prisión y que se encuentra estupendamente narrado en la tercera entrega de la saga del caníbal.

De Santis es, junto a otros talentosos escritores jóvenes como Alberto Fuguet, Jorge Bayli, Cristina Civale, Ignacio Padilla, Guillermo Fadanelli y demás, un buen muestrario de lo que se cocina en las catacumbas literarias de América Latina. Buena literatura para un siglo con crisis de identidad.

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