David Copperfield de Charles Dickens
Eran los años ochentas. En la televisión mexicana los fines de semana eran aderezados por una revista musical llamada Siempre en domingo, conducida por un señor llamado Raúl Velasco. En una de sus tantas emisiones, presentó a un mago espectacular. Ante una audiencia enmudecida, desapareció cosas, encendió otras y puso a prueba a los espectadores para encontrar el secreto que se escondía tras los prodigios que realizaba sobre el escenario. Cuando uno tiene once años eso no puede ser más que deslumbrante. O al menos lo era en esos tiempos.
Eran también los tiempos en los cuales descubrí la Biblioteca Pública. Un edificio lleno de libros. De libros que incluso podías llevarte a tu casa. Fue la época de la lectura obsesiva de Julio Verne, de Emilio Salgari, de Proteo Fuerza 10, de las versiones íntegras de La Ilíada y La Odisea. En esos tiempos de coincidencia, y después de haber presenciado maravillas de ilusión en la tele, me encontré un gruesísimo tomo que tenía en su lomo el título David Copperfield. Lo primero que surgió en mi mente era que alguien había escrito la vida del mago y la había publicado. Seguramente ahí se explicarían los secretos de su arte. Y me lo llevé a casa.
La desilusión se hizo presente de manera casi inmediata. El texto hablaba sobre un escocés que, por azares de la vida, llega a Londres y es testigo de las condiciones de vida de los obreros de las fábricas que habían surgido como efecto de la Revolución Industrial. Saltaba páginas de descripciones densísimas y, a los ojos de un niño lector acostumbrado a la aventura y la acción, aburridísimas. Ocurrió lo lógico. Me sentí estafado y regresé antes de la fecha de vencimiento el volumen que no había despertado en mí más que hartazgo y coraje.
Al pasar de los años vine a caer en que ésta es una de las novelas más importante de Dickens y del realismo decimonónico en general. Tiene mucho de autobiografía y es, según críticos y biográfos, la obra a la que su autor guardaba más que un cariño especial. Su preferida, pues. Cuando volví a leerla, ya muy lejos de la infancia, me pareció un excelente libro. Uno de esos libros mágicos que dejan escapar su sustancia y su esencia sólo cuando su lector está preparado. Cuando entiende otro tipo de magias y misterios.
1 comentario:
¡El libro de mi tocayo! Si, si no sabes a lo que vas, me imagino David Copperfield puede ser una desilusión. Yo lo leí de niño, pero en versión de "Los clásicos ilustrados", y me gustó mucho.
Proteo Fuerza 10... la nostalgia.
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