El rey Lear de William Shakespeare
Algo hay en esta obra que nos hace recapacitar acerca de lo que uno, como alguien que ha vivido suficientes años, debería aprender por experiencia. En esta obra en donde la adulación se convierte en la manera perfecta de simular el amor a un padre, resalta la moraleja transparente que apunta a que no siempre el más lambiscón es el más sincero. Algo también hay en la figura tragicómica del bufón que intenta advertir a su amo sobre las consecuencias de sus actos pero que es desoído, e incluso condenado al silencio. O en la figura del duque de Kent, que es desterrado a pesar de ser el sirviente más fiel.
El rey Lear es la historia de muchas familias y de muchas sociedades. Aquellas en donde la apariencia y la simulación privan sobre los sentimientos verdaderos. En donde los oídos de los que están prestos a agradecer las muestras de afecto con dádivas se subyugan ante aquellos con discursos más floridos y elaborados, a pesar de carecer de sustancia o sinceridad. La obra muestra situaciones que se reflejan en la relación que los padres mantienen con los hijos o que los hermanos mantienen entre sí.
También es un texto que nos sirve para aprender una máxima que nunca sale sobrando: si cuando se llega a viejo uno no se vuelve más sabio, es muy probable que termine loco. Como le ocurre, en efecto, a Lear.
William Shakespeare, El rey Lear, México, Unam, 1994.
1 comentario:
¡Uno del bardo inmortal!
Muy buena recomendación, de un muy buen autor.
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