La invención de la soledad de Paul Auster
Hay una cosa sobre la que no me puedo poner a pensar muy seguido so pena de terminar deprimido y, en cierta medida, desesperado: el día en que mi padre muera. No concibo qué es lo ocurrirá en un universo familiar en el cual él otorga cierto sentido y orden. Y guía, para todos sus hijos, y para algunos que tampoco lo son.
Una de las cosas que hizo Paul Auster fue ponerse a escribir. A escribir sobre su padre y la manera en la cual la muerte afectó su visión del mundo y su lugar en el mismo. A mí me sigue pareciendo su obra más personal y, por tanto, más entrañable. Este libro es uno de esos que despiertan la sensación imposible de desear que no terminen. Que en cuanto uno se acerca más a la conclusión de la historia-confesión que el autor construye aparezcan más páginas que no nos enfrenten al suspiro final con el que terminamos las obras que nos han marcado.
Llevar el duelo es una de las cosas más complicadas a las que los seres humanos nos tenemos que enfrentar. Algunos mueren en el intento de hacerlo de manera, digamos, natural. Mueren, puede que no físicamente, pero sí una parte no tangible de ellos. Este libro enseña que, para llevar el duelo, uno no se debe negar a la memoria, ni al ajuste de cuentas. No sé todas las cosas qué haré cuando mi padre muera. Una de ellas, sin duda, será acudir a este libro.