viernes, marzo 16, 2012

Día diecinueve: un libro que me sorprendió por bueno


La última noche de Dostoievski de Cristina Peri Rossi
Es probable que haya comprado este libro por morbo. Es decir, encontrarme en un título el nombre de alguien como Dostoievski ya le pone una carga de sentido y de pretensiones lo suficientemente grande como para acercarse a él. Luego, encontrar en su trama una reconstrucción de uno de los trabajos que más me gustan del ruso, El jugador, como una actualización de la ludopatía en tiempos contemporáneos implicaba demasiada tentación.
         Y la novela se va metiendo de a poco en una dinámica que responde al estilo de la autora (el que presenta, por ejemplo, en Te adoro y otros cuentos, selección más que recomendable), en esa mezcla de neurosis interna de su personaje principal, con las reflexiones acerca del juego, del amor, de la muerte. Es un texto de los que una amiga mía califica como “tiranetas”, es decir, llena de esas frases que subrayamos y que, aisladas del resto de la obra, nos dicen cosas sobre ese otro texto que es nuestra propia experiencia.
         La historia narra la cotidianidad de un adicto a los bingos y la manera en cómo esa obsesión modifica su propia vida y las perspectivas que se construye del mundo. Dos netas, para dar una idea: “Los animales –sean de la especie que sean- sólo necesitan dos cosas: comida y cariño. Igual que nosotros”, dice en la página 94. O sobre la ruptura amorosa: “Entonces, ella me crió a mí (porque me devoró), y yo la crié a ella, porque la devoré. Y la separación fue violenta como un parto: dolor de vísceras, sangre, sudor, aullidos, expulsión, el cordón umbilical roto, el miedo, la soledad, el pasmo. A partir de ese momento (“parto-partidas”, le dije a la psicoanalista), y por mucho tiempo, yo fui un hombre demediado, y ella, una mujer rota” (p. 100).
         Un libro que se disfruta en más de un plano. Aunque sólo sea para jugar.

Cristina Peri Rossi, La última noche de Dostoievski, Madrid, Mondadori, 1992.

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