Surrogates (EU, Jonathan Mostow, 2009).
En
la casa de mi infancia teníamos una tele a la que había que
cambiarle de canal haciendo girar una perilla que “tronaba” cada
vez que sintonizaba una frecuencia distinta. Después llegó el
primer aparato con control remoto y, desde entonces, nada fue igual.
Creo que no es exagerado decir que esa posibilidad de ejercer el
mando a distancia ha sido una de las cosas que más han modificado
nuestras costumbres y formas de relacionarlos con el mundo y, de
manera más reciente, con la tecnología. Puertas automáticas,
monitoreo a distancia, brazos robóticos y demás artefactos han
facilitado nuestra vida al permitirnos el ejercicio de actividades con un mínimo de
esfuerzo.
El cartel de la cinta.
Imagine
un mundo en el cual incluso sus tareas cotidianas, como ir al trabajo
o relacionarse con otras personas, las puede hacer por control
remoto. Que todos los días puede levantarse completamente fodongo,
dirigirse a la cocina a hacerse un café y después, sin prisas,
conectar una red neuronal que le permita operar a distancia a un
“sustituto”. El sustituto en cuestión es un robot que aparenta
la presencia de la persona en el mundo real. Es decir un avatar
tridimensional que realiza las tareas que tiene asignadas su
controlador, pero reduciendo el riesgo de accidentes de manera importante. De
hecho, usted ha decidido usar a este sustituto por varias razones:
primero, porque es más bonito que usted, haga de cuenta la foto
fotoshopeada que tiene en su perfil de Facebook; segundo,
porque los riesgos físicos asociados a la violencia o la muerte se
reducen al estar expuesto, en el mundo real, sólo el sustituto;
tercero, porque la relación con los demás es más fácil si están
convencidos de que el sustituto es más agradable, confiable y
predecible que su operador humano.
El cómic en que se basa la peli.
Esta
es la premisa de la que parte Surrogates (EU,
Jonathan Mostow, 2009), una cinta basada en el cómic que realizaronRobert Venditti y Bret Wendele. En esta podemos ver la lucha que el
investigador del FBI encarnado por Bruce Willis tiene que llevar a
cabo después de que un asesinato pone en peligro a la casi totalidad
de los humanos que utilizan un sustituto. El asesinato accidental del
hijo del creador de los sustitutos es asesinado a control remoto, con
un arma desarrollada con tecnología militar que extermina tanto al avatar como al operador, esto es, un asesinato a distancia. El
padre decide vengarse y para ello utiliza todas las armas que tiene a
su alcance, esto es, el conocimiento tecnológico y la capacidad de
dominio sobre sus creaciones.
Hay,
como en muchas películas de ciencia ficción, la presencia de los
apocalípticos que se resisten a esa tecnología liderados por un
Profeta (personaje interpretado por Ving Rhames) en cuya
construcción salen a relucir los miedos de la sociedad
norteamericana promedio: el fundamentalismos religioso (el profeta
considera antinaturales a los sustitutos cibernéticos), la revuelta
popular (los anti-sustitutos se encuentran confinados a una especie
de gueto y se declaran en rebeldía contra el resto del mundo mediatizado), el prejuicio racial (el Profeta no solamente es negro,
sino que cumple con el tipo de musulmán terrorista) y la posibilidad de
que la causa acaudillada sea traicionada (esto es importante en la
trama por lo que no les echaré a perder parte del desenlace).
El Profeta.
Es
una cinta mediana que, sin embargo, nos hace reflexionar en
cuestiones como la manera en que la privacidad y la relación con los
demás se ha modificado. Por ejemplo, en pensar cómo las redes
sociales se han convertido en un medio que nos permite crear vínculos
con las personas sin conocerlas realmente; sin haber tenido nunca un
contacto real con esas personas. En la cinta esta cuestión es
presentada como una despersonalización (y deshumanización en
términos más profundos) de la esposa del protagonista que,
angustiada por la muerte de un hijo, decide aislarse por completo del
mundo y convertirse en una sombra, en un fantasma que finge tener una
vida normal. ¿Qué tanto hemos llegado a ese extremo? ¿La
tecnología amenaza o transforma nuestra forma de relacionarnos con
los demás o, solamente, transforma la dinámica y los medios de esa
relación? ¿Qué tan atractiva es la simulación en un mundo que se
rige por la apariencia y la ausencia de vínculos afectivos que
amenacen el “éxito” de las personas?
Como
extra, se puede ver totalmente madreado y decadente al Willis, al más puro
estilo John McClane. Digo, si lo demás no les entusiasma.
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