Una de las peores costumbres que adopté casi de manera inconsciente fue la siesta vespertina de los lunes. ¿Por qué los lunes? No sé, porque es el día que puedo, porque Laura está en la casa y siento que he sido relevado de la guardia, porque me da envidia la vocación que Momo tiene para hacerlo, en fin. El caso es que los lunes, alrededor de las 18 hrs., me permito una siesta. Es el error/horror del lunes. Les explicaré por qué.
Durante mucho tiempo de mi vida fui un ser nocturno. Me levantaba relativamente tarde (9-10 de la mañana) y podía tener, aparte de mi jornada laboral obligatoria, sesiones de trabajo que culminaban a las dos o tres de la mañana. Algunas veces, recuerdo por ejemplo la escritura de una novela que después ganaría un premio nacional, pasé la noche en vela casi sin darme cuenta.
Sin embargo, después vino la lumbalgia y la necesidad tremenda de ejercitar un cuerpo que no se había ejercitado al menos los diez años anteriores. El médico recomendó la natación y he aquí que me enrolé en clases de esa disciplina (no sabía nadar) a las cinco de la mañana. De tal forma, conseguí mantener durante algún tiempo los hábitos nocturnos, con un poco menos de alcohol y desenfreno, pero con mayor conciencia de que al día siguiente levantarme sería una proeza.
Después vino algo contra lo que no pude luchar: la biología. Conforme pasa el tiempo uno se cansa de manera más fácil. Recuerda con nostalgia los días en los cuales casi nada importaba. En fin, que me convertí en un ser de seis-siete horas de sueño. Y esas horas comenzaban, por lo regular, a las 10-11 de la noche.
Pero comencé hablando de mi siesta de ayer. Me quedé dormido como a las seis de la tarde y desperté como a las diez. Y lo malo de las siestas es que si despiertas, tu cuerpo cree que has concluido con el ciclo del sueño del día, ¡y ya no se quiere dormir! Comienza entonces una lucha entre intentar dormir y tu cuerpo que desconfía de tu deseo de seguir durmiendo. ¿Qué hice? Prendí la tele. Puse Netflix y, sin siquiera vagabundear por las opciones, le di play a un show cuya descripción me pareció en suma atractiva (cosa rara, porque las descripciones de Netflix apestan, tema para otro post): Nanette de Hanna Gadsby.
En México, creo y más allá de círculos especializados y hipe, es una desconocida. No tiene el impacto mediático que tiene un Jerry Seinfeld o un Eddie Murphy. Lo cual se explica en parte por lo que dice en algún momento de su stand up. Una de las cosas que se aprenden (qué palabra tan ruda cuando se une a la idea de un espectáculo de risas y desmadre) es que el stand up puede ser, también, otras cosas.
Pa' pronto: el espectáculo de Gadsby es una cosa impresionante que no me esperaba. Es un manifiesto en una época en donde los manifiestos están extintos (o enarbolados de manera irónica). Es un discurso que ya lo quisieran varios motivadores exitosísimos de las Ted Talks. Es una carretera de mil bifurcaciones. Hay humor, hay ira, hay militancia, hay vulnerabilidad, hay confrontación, hay humanidad.
Es imposible verla-escucharla y no sentir que un terremoto nos ha sacudido. Disculpas para los chilangos para quienes la referencia a un terremoto siempre es complicada. Pero así es. Hay algo de estremecedor en el discurso de la australiana. Y es algo que no se relaciona con la militancia machacona o repetidora de consignas. Hay un desvelamiento de la manera en cómo, desde la primera persona y despojada de victimización, se asume una crítica a la sociedad que engendra basura como la misoginia, la homofobia, el clasismo, el racismo y el sentimiento de superioridad por pertenecer a algún grupo privilegiado.
La forma es una de las más atractivas que se pueda uno encontrar entre el universo de contenidos que hoy saturan el espacio extendido de la televisión y los medios masivos en general. Gadsby se da tiempo de hacer teoría de la comedia: los chistes tienen dos partes: tensión y remate. El comediante genera tensión creciente y, cuando siente que es suficiente, la libera con un remate humorístico. La punch line todopoderosa. Pero se hace una pregunta: ¿qué pasa si la tensión no se libera? ¿Qué ocurre si esa tensión anida en el espectador y lo obliga a pensar a partir de su expectativa traicionada?
Y es lo que hace. Lo que comienza con una autocrítica a cómo ha construido su carrera como comediante se convierte en uno de los discursos más poderosos que me ha tocado atestiguar. Un caballo de Troya casi perfecto.
Paro de describir, mejor los invito a que busquen el show y lo vean, lo escuchen, lo reflexionen y lo asimilen con la atención que merece. Dejo acá algunas sentencias del mismo, para que se animen.
* “Construí mi carrera con base en chistes de autodesprecio y no quiero seguir haciéndolo, porque ¿entienden qué significa el autodesprecio para alguien que ya está marginada? No es humildad, es humillación. Hablo mal de mí misma para poder hablar, para poder pedir permiso para hablar, y ya no volveré a hacerlo. Ni a mí ni a nadie que se identifique conmigo”.
* “No hay nadie más fuerte que una mujer rota que se ha reconstruido”.
* “Que nos quiten el poder no destruye nuestra humanidad. Nuestra resiliencia es nuestra humanidad”.
* “Toda esta idea romántica de las enfermedades mentales es ridícula. No es un boleto hacia la genialidad, es un boleto a ninguna parte”.
* “No permitiré que mi historia sea destruida. Lo que hubiera dado por escuchar una historia como la mía. No por culpa, ni por reputación, dinero ni poder, sino para sentirme menos sola, para sentirme conectada”.
* “Creo que podríamos crear un mundo mejor si aprendiéramos a verlo desde todas las perspectivas, desde tantas perspectivas como nos sea posible”.
* “Rendirse sin romperse, eso es una fortaleza increíble”.
* “Estoy enojada y creo que estoy en todo mi derecho de estarlo, pero de lo que no tengo derecho es de esparcir ese enojo, porque el enojo, como la risa, puede conectar como ninguna otra cosa a un grupo de extraños”.
* “La diversidad es fortaleza, las diferencias son maestros. Si tememos a lo diferente no aprendemos nada”.
* “Creemos que es más importante tener la razón que apelar a la humanidad de la gente con la que no estamos de acuerdo”.
* "La historia del arte occidental es la historia del hombre pintando mujeres como si fueran floreros de carne para sus flores de pene”.
* “¿Saben quién solía ser un remate fácil [para los chistes]? Mónica Lewinsky. Tal vez si los comediantes hubieran hecho bien su trabajo y se hubieran burlado del hombre que abusó de su poder, quizá ahora tendríamos en la Casa Blanca a una mujer de mediana edad con la experiencia adecuada, en vez de tener a un hombre que admitió abiertamente haber abusado de mujeres jóvenes solo porque podía”.
* “La ira es tensión. Es una tensión tóxica y contagiosa. No sirve más que para diseminar un odio cegador. Que yo pueda posicionarme como una víctima no significa que mi ira sea más constructiva. Nunca es constructiva”.
* “Los únicos que pierden la humanidad son aquellos que creen que tienen el derecho de quitarle el poder a otro ser humano. Ellos son los débiles”.
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