lunes, junio 25, 2018

La academia memecrática



Una de las cosas que caracterizan la convivencia digital en nuestros días es la dinámica de comunicación propuesta por los memes. Más allá de la definición que alude a una forma de reproducción masiva de un contenido hasta que éste se vuelve viral, me quiero referir a una clase en particular: los memes humorísticos.
          El humor es una de las cosas que definen de manera evidente lo humano y lo relacionado con esto. Los mecanismos del humor han sido estudiados prácticamente desde la Antigüedad clásica y se han modificado, formalmente al menos, de manera radical conforme el tiempo sigue su curso.
          En la reproducción de los memes humorísticos estos aluden a múltiples mecanismos para conseguir su efecto: la hipérbole, el doble sentido, la correspondencia icónico-lingüística, la alusión a la cultura pop, la descontextualización de los referentes, la recontextualización, etc.
          Tal es la influencia y la penetración que tienen este tipo de expresiones comunicativas que se han convertido en una forma de construir discursos por sí mismos. El humor se agradece pero, muchas veces, lo que hay detrás de ese humor se convierte en algo que va más allá de la manifestación catártica del desacuerdo o de la revelación de lo oculto. O quizá, mejor dicho, no va más allá. El meme deviene objeto pedagógico.
          El meme como material didáctico sustituye en la referencia de los temas presentes en la opinión pública en determinado momento (lo que la neolengua de las redes sociales llama "el mame") al análisis crítico de la propuesta de información que se presenta. Y el chiste impresionista muda en "información con valor". Es decir, la reflexión sobre diversos temas se reducen al chiste que podemos hacer de sus efectos y sus causas, no al procesamiento crítico de lo que el chiste representa.
          Un meme sobre un político corrupto, por ejemplo, genera la risa instantánea, la catarsis al visualizar el chiste que se hace como una venganza por la afrenta que como representante público haya realizado. Sin embargo, la reacción es momentánea, quizá estentórea, pero que no genera más reflexión que la de un microsegundo, o el tiempo que dure la risa. Se comparte y asunto concluido.
          Las preguntas "¿Has leído tal cosa?", "¿O viste la noticia tal?" han sido sustituidas por ""¿Ya viste el meme de...?". Lo que nos importa es el humor, no lo que hay detrás del mensaje humorístico. Nos queremos reír, aunque sea de nosotros mismos, pero no queremos cuestionar lo que hay detrás del chiste. Alguien dijo que explicar (sobreinterpretar, definir) el chiste es matarlo. Así lo toman aquellos que son cuestionados acerca de la acción automática de compartir todos esos contenidos "chistosos" sin reflexionar sobre lo compartido. "Intensos" es un adjetivo que se adjudica a quien pretende explorar un poco tras el significado profundo del contenido humorístico. Nos hemos convertido en consumidores de significantes con referentes parciales e inmediatistas y, por desgracia, despojados de significados profundos.
          Una película de Mike Judge, ese genio irreverente de los años noventa, plantea una sociedad en donde el humor ha sido reducido al que se basa sólo en golpes en los genitales masculinos y gases ruidosos (Los Simpsons, un referente del humor crítico del periodo de entresiglos también ensayan esa cuestión). En esa cinta, Idiocracy (2006), los Oscares lo ganan películas cuyo principal mensaje es que un golpe en los huevos es lo más chistoso y "artístico" que se puede concebir. Y es ahí donde reside uno de los riesgos de apre(he)nder la realidad a partir de memes: si el humor se degrada como crítica, el resto de nuestras capacidades para explicar, exponer y expresar lo que pasa en el mundo sufre la misma suerte.
          Ojalá alguien pueda hacer un buen meme de esto que intento expresar aquí. Lo compartiré con mis contactos de Facebook.

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