Cada vez que leía la frase “No confíes en nadie mayor de 30 años”, sonreía con la suficiencia que da el estar de acuerdo con algo que se sabe irrefutable. En el caso de esta frase, funciona hasta que uno llega a la fatídica edad y se da cuenta que hemos dejado de ser confiables. Empieza entonces la búsqueda de nuevos paradigmas. Por ahí aparece una frase que dice que “La vida empieza a los 40” y otra que afirma que “Los cuarentas son los nuevos 30’s”, por lo que supongo que “Los treintas son los nuevos veintes”.
A la larga uno se da cuenta que tales frases no funcionan más que para justificar y amortiguar todo aquello que viene añadido con la edad. Es decir, si no nos suicidamos antes de los 30’s, tenemos que poner en claro el porqué insistimos en seguir en el planeta.
A veces se sigue el camino cínico. Ya crecí, tengo manera de ganarme la vida, si en el camino exploto a otros menos afortunados y capaces que yo, que se chinguen. Otras, se busca conciliar la enjundia juvenil con la obtención de “madurez”, y entonces uno se larga a unas burguesísimas vacaciones, pero procura que el hotel en el que uno irá a descansar el cuerpo cada-vez-menos-de-treinta-años sea “ecológicamente responsable”; así, la culpa se diluye en las burbujitas juguetonas del jacuzzi.
Hay una tercera vía que, sin lugar a dudas, está condenada al fracaso: prolongar la juventud haciendo las mismas cosas que se hacían de joven. Esto tiene algunos efectos adversos. Por ejemplo, ser consciente de que jamás volveremos a tener los cuerpos torneados y las pieles tersas de nuestros más jóvenes compañeros de aventuras. Saber en nuestra conciencia más consciente que los efectos de una resaca SON (en absoluto) y no se pueden disimular con gran éxito. Recibir como balde de agua fría el momento en el cual el integrante de mayor edad (uno mismo) se vuelve un elemento ridículo dentro de un conjunto que promedia más o menos la misma edad.
Por eso es que Ted Mosby, en How I Met your Mother, concibe la famosa Lista Murtaugh, en honor al policía negro y maduro de Lethal Weapon. “Estoy muy viejo para estas cosas”, le hacen decir a Danny Glover. Y uno, cuando reconoce los efectos de una situación que nos sobrepasa, se descubre mencionando lo mismo. La Lista Murtaugh incluye cosas tan pertinentes como: llevar a lavar la ropa a la casa de los padres, pasar una noche completa sin dormir, quedarse a descansar en un futón o sofá en casa de los amigos, tener competencias de resistencia alcohólica que involucre cerveza de barril y embudos, acampar para conseguir boletos en un concierto, entre otras cosas.
La conclusión del episodio, sin embargo, es esperanzadora. Uno no tendría que negarse a realizar ciertas cosas a priori. Tampoco tendría que hacerlas sólo por demostrarnos que el tiempo no ha pasado por nosotros; cuando es obvio que ha pasado. La lección es que, a veces, uno continúa haciendo cosas porque el placer que nos generan es más grande que las consecuencias que tenemos que pagar a cambio.
Parece que este texto mudó su tesis hacia la mitad de su desarrollo. En contradicción flagrante. La explicación a esto es obvia: nunca confíen en alguien mayor de treinta años.
2 comentarios:
Yo me he levantado a las 7.30 hs. Trabajé en el Centro de atención, luego en consultorio, luego fuí a una conferencia en la facultad y a las 11 pm desensillé. No puedo más. Esta es mi propia lista Murtaugh. Me encantó el post, Edgar! Saludos!
Ya decía yo que no estaba ya propensa a emocionarme y ni siquiera para ciertos trotes...
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