Así es el arte, ni modo, qué le vamos a hacer. Sirve para denunciar la tragedia y también para disimularla. Es como actuar cínicamente, sin ningún pudor. Lo sabes. Conmueve, te conmueve, podría conmover a los otros, pero no ayuda. Una fotografía no les da dinero, ni drenaje, ni pintura para, al menos, cubrir las paredes.
(“Frontera de sal”)
¿Te gusta el
látex, cielo? de Nadia
Villafuerte (Tuxtla Gutiérrez, 1978) es un conjunto de cuentos en
donde la idea de frontera aparece de manera recurrente. Hay una voz
poderosa que igual abreva de la tradición de Carver como de
Fadanelli. Relatos que abordan la aparente frivolidad en la cual sus
personajes se desenvuelven. En donde los finales anticlimáticos sólo
confirman la manera en cómo el miedo es uno de los ejes rectores de
muchas de las vidas, no sólo de los personajes, sino de muchos seres
humanos. Esa idea de frontera atiende tanto a las físicas (sus
relatos se ubican en espacios fronterizos de Centroamérica y en el
paso de los habitantes de esta zona hacia México en la frontera sur,
además de las ciudades que se ubican cercanas a la frontera norte
como Tijuana o El Paso) como a las que separan diversos aspectos de
la naturaleza humana (la idea de futilidad del arte, la pobreza, la
pulsión de huída, lo que separa al cobarde del imprudente).
En
“Flores rojas”, por ejemplo, contrasta el ejercicio de la ética
con la necesidad de exhibir las propias miserias: un periodista se
reúne con un asesino que le otorga la exclusiva de uno de sus
crímenes y pone al primero en la disyuntiva de publicar tan
información. En “Tinta azul” explora las fronteras que construye
artificialmente la rutina y la vida cotidiana: una mujer se enfrenta
a la oportunidad de infidelidad con respecto de su esposo, al mismo
tiempo que considera también la posibilidad de separarse de manera
práctica de él. En “Frontera de sal” se narra la crisis
existencial y profesional de un fotógrafo que recorre la frontera
sur de México en búsqueda de imágenes que le den significado a su
vida y, de paso, le permitan sobrevivir mientras el deseo repentino
por una mujer ajena lo aqueja (“Parece que el sur, esa palabra
minúscula, monosílaba, es la frontera equivocada, el error, el
horror histórico”, “El amor también es la representación de un
crimen”).
“Yésira”
aborda la historia de un joven que sigue los pasos de su hermana,
quien ha sido asesinada por un agente policíaco que se convierte en
obstáculo para el sueño migratorio y la aparente confirmación de
aquella frase que apunta que todos los males vienen del Norte (“Los
muertos luego ya no tienen nacionalidad ni nada. Sólo son números,
números que, como ellos, desaparecen”). “La piscina” es un
ejercicio en el cual temas como la infidelidad, el deseo, la
promiscuidad y el azar resultan disparadores de la tragedia, es una
de las piezas mejor logradas del conjunto (“Ambos saben que se
trata de una relación desdichada. Y se mienten con la habilidad de
los matones a sueldo. Se aman, y los dos tienen ideas semejantes: que
el amor debe ser como la heroína, que el amor es el camino común de
los desamparados, que el amor implica seguir las instrucciones de
Dios, un asesino sin escrúpulos, cínico y capaz de permitir que dos
cuerpos se quemen la piel de ese modo y sin sentido”, “Claro que
el amor no existe, tampoco Dios, tampoco la libertad, tampoco la
democracia, y no por eso, todas esas mierderas abstracciones dejan de
ponerte en una encrucijada y lastimarte”).
“Roxi”
explora los terrenos de las fronteras de la identidad sexual, de la
imposibilidad de las certezas, de la locura y la madrugada. “What
are you looking for” remite a
una exploración densa acerca de la manera en cómo las expectativas
de los demás se reflejan de modo perentorio sobre nuestras acciones
hasta que su vista condenatoria deja de perseguirnos al encontrarnos,
por ejemplo, en un país distinto (“--Tendrás problemas siempre
por haber mentido. El país más hipócrita del mundo no perdona a
quien miente y abusa de su confianza”). Los dos últimos cuentos de
esto que llamaré la primera parte coinciden con el tema aunque los
tratamientos sean distintos: “Grillos” es un relato en donde la
simulación de una vida holgada contrasta con la realidad funesta del
desempleo y la amenaza de pobreza; mientras que “Cajita feliz” es
una reflexión acerca de cómo a pesar de huir en búsqueda de
mejores expectativas de vida, en este caso el american
dream, muchas veces el destino
ha predeterminado que el desenlace de una historia no sea distinta
aunque el escenario cambie.
La
segunda parte del libro está constituida por una novela corta, la
misma que le da título al volumen. Es esta una narración en la
mejor tradición de la novela negra en la cual elementos como la
pobreza, la prostitución, los ambientes clandestinos, los policías
corruptos, los políticos todavía más siniestros, se combinan para
desarrollar una trama en donde las aparentes víctimas se convierten
en victimarios y los papeles se encuentran mudando en todo momento.
Una novela que aborda un tema que parece algo común en el contexto
actual de nuestro país: la traición política que no duda de
valerse del asesinato para hacer posible la realidad de sus propias
ambiciones. Y dentro de esas maquinaciones siempre quedan atrapados
los pequeños seres humanos cuyas existencias se consideran
desechables: los pobres, los marginales, los eternos caminantes. Es
una trama que atrapa desde las primeras líneas y cuyo desenlace no
desentona con el resto de los textos contenidos en el volumen.
Es
un hecho que lo mejor de Villafuerte está por venir. También es un
hecho que estaré entre sus lectores atentos a esas nuevas historias.
Nadia
Villafuerte, ¿Te gusta el látex, cielo?,
México, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2008.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario