–La
vida –dijo el Citador– es sólo un puente que se tiende entre las
dos orillas de la muerte -y un grupo musical, un cuarteto de acid
jazz salido de los esbozos de
una novela (Periodo de Historias para el Adulto Contemporáneo, tres
años), comenzó a tocar; para hacer más agradable el momento. Cinco
muchachas como pintadas por Matisse (Periodo de Describir Pinturas
Famosas, cinco semanas) hicieron una rueda y se pusieron a bailar. El
escritor comenzó su trabajo.
Alberto
Chimal, “Los personajes”
Si,
por cualquier azar, el autor Alberto Chimal se enfrentara a los
personajes que ha creado a lo largo de su obra, es casi seguro que
requeriría un estadio para dar cabida a todos los caracteres a los
que ha dado vida. A pesar de esos personajes que se han convertido en
habituales en su obra (Horacio Kustos y El Viajero del Tiempo, por
mencionar algunos), lo que sobresale en su trabajo es, precisamente,
la multitud de personajes y la variedad de sus naturalezas. En ese
sentido, no es nada aventurado que uno de sus libros se llame Grey.
Pero hoy quiero hablarles
específicamente del volumen del cual extraje el fragmento de allá
arriba: Éstos son los días. Hay en este volumen tal variedad
de voces, de registros y de historias que esa es precisamente su
característica: la posibilidad de la sorpresa a cada vuelta de hoja.
Los temas y personajes se mezclan de manera promiscua: por acá una
niña que muda en asesina serial, por allá unos conejos
parlanchines y malhablados, por aquí una parábola casi bíblica, más allá las
crónicas de viaje de Horacio Kustos, en medio una nouvelle de
fantasmas psico-erotico-trópicos.
Las historias (clic en la imagen), el sitio del autor.
Una de las webs literarias más recomendables del medio.
La literatura de imaginación, ese concepto que Chimal ha utilizado para intentar definir la literatura que abreva de lo fantástico, pero también del uso del lenguaje y de la reconfiguración de los relatos canónicos, se pasea ufana por las páginas de este libro. “Los personajes”, por ejemplo, aluden a una situación en la cual una singular asamblea constituida por los caracteres que un escritor ha dado a letra a lo largo de su vida comienzan a exigir un trato preferente, una mirada atenta, una conclusión a su historia.
Y es que el relato mismo
como personaje aparece en algunas otras de sus historias. “Conejo”,
por hablar de uno, refiere a una carnicería de simpáticos roedores
que podrían ser, al mismo tiempo, escritores o sus textos. El
narrador se detiene a plantear las causas de su desagrado por los
animalitos y el placer que obtiene al desollarlos, destazarlos y
exterminarlos. También es una alegoría de la construcción de un
relato, de la manera en cómo se inicia una tarea de taxidermista a
fin de quedar satisfecho con el resultado y que, al concluirlo, no
queda más que seguir buscando: “[...] inmediatamente después, hay
que comenzar de nuevo: buscar otro conejo, seguirlo, averiguar su
dirección, vigilarlo hasta conocer sus hábitos. Y esto es más
largo y más tedioso, más un sacrificio, que todo lo demás”.
Con Bef, miembro de la generación Z, según Chimal.
Y esa búsqueda es la que anima la obra de Chimal. No importa la dimensión de los resultados: si el relato se consolida como una historia de mediano aliento (el caso de “Shanté” donde una mujer se entrega a una extraña adicción que permite la existencia de un ser que vive a través de la primera; donde el erotismo, lo sobrenatural y lo metafísico se cruzan); o como una fábula en donde la moraleja es transparente e igual de gozosa que las propias de la tradición griega o del neoclasicismo (como “Las flores”, en donde la locura se toca con el arte y da un palmo de narices a la ambición capitalista; aunque seguro no es intención del autor tal abusiva interpretación); o como los viajes imposibles de Horacio Kustos (en donde las camas son invisibles o los hoteles permiten dormir en un lugar al crepúsculo y despertarse lejos en otro sitio).
La recopilación de algunos de sus cuentos, publicada en España,
tiene en la cubierta una imagen que hace referencia a mi cuento preferido.
Pero si hoy les recomiendo
este libro es porque en sus páginas se encuentra el relato que más
me ha gustado de toda la obra del autor. “Se ha perdido una niña”
(que pueden leer por aquí) es un cuento que incluye varios de los
elementos presentes en la poética de Chimal: una situación extraña
(el viaje a un país que ha dejado de existir hace mucho tiempo),
la lectura de un libro misterioso (el mismo que le da título al
relato y que construye un juego autorreferencial impecable), la
capacidad de asombro de los adultos (que encuentran en ese asombro
una fascinación tan placentera que se niegan por completo a romper
con la fantasía de la que dudan), un ambiente de ciencia ficción
(sin que el cuento ajuste en las convenciones del género) y un final
feliz.
Al acercarse a esta obra
tengan por anticipado que establecen un contrato que les exigirá
atención y la necesidad de abrir su mente. De explorar esos espacios
de su imaginación, que en muchos permanecen aún vírgenes. Los días
para leerlo son éstos.
Alberto
Chimal, Éstos son los días, México,
Era, 2005.
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