Te podría hacer el amor lento. Te
podría morder un labio sin que apenas lo notaras. Te rozaría con la yema de los
dedos por el contorno de tu espalda. El roce acabaría donde termina la espalda.
Entonces no habría pausas ni miramientos ni roces. Sentirías mis manos
recorrerte sobre territorio seguro. Sobre dunas y laderas, barrancas y
riachuelos. Podría desgranar de mi lengua las palabras en tu vientre. Atesorar
con los labios aquellas que los dos sabemos no decir cuando los demás escuchan.
Probaría el filo de mis dientes en tus hombros lisos, en tu nuca nerviosa.
Jugaría a desatar el broche del sostén, a sentir cómo los tirantes desajustan tus
pulmones. Miraría tus pechos como un milagro que se revela para mí solo. Les
contaría un secreto, en voz baja, arrastrando las vocales, contando uno a uno
los poros que respiran liberados de su clandestinidad. Iría más abajo, donde la
concentración se vuelve una nube de polvo que estalla en pequeñas estrellas
fugaces. Donde el abecedario se dibuja con la lengua, donde el beso evoluciona
en electricidad. Y sólo entonces buscaría la forma de estar tan cerca que no
sepamos más dónde comienzas tú y dónde termino yo. Lo demás es agua. Y olas. Y
la mar completa. Podríamos hacerlo, sin duda. Pero hoy no puedo más que imaginar
tus ojos abiertos reflejando el infinito. Y una sonrisa que vacía los mares. Y
mi cabeza dando vueltas al pensar que podríamos hacernos el amor tan lento que
el tiempo dudaría de su existencia.
3 comentarios:
me gusta este mayo tan... primaveral
Horalesss!!! genial el texto!!! me gustó aquella “que el tiempo dudaría de su existencia” y “donde el beso evoluciona en electricidad” es muy cierta esta última expresión.
Martín de Jesús
Gracias, Martín. Bienvenido a estos lares, todos los lectores tienen barra libre.
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