El
cuarto estaba iluminado sólo por los destellos que salían del televisor. Aunque
nadie lo veía en ese momento. El hombre sentado en el borde de la cama tenía
los ojos cerrados. Su respiración era regular, aunque a intervalos se oía cómo
tragaba saliva. Lo demás eran gemidos. Puros y simples gemidos. Aunque, justo
ahora que el hombre deja caer pesadamente la cabeza sobre una almohada
acomodada a propósito, comienza a escucharse el ruido inconfundible de una
mamada. Él entreabre la boca, después la cierra y lanza un suspiro. Sólo se
escucha en la semioscuridad el slurp
ansioso de una boca; va y viene, viene y va. El hombre se estremece. Siente las
largas uñas que se enrollan alrededor de su verga y cómo la mano sacude con
rapidez y maestría. Después más slurp.
Slurp.
—¡Así, mamacita! Me encanta cómo me la
mamas. Sigue, putita. Ni se te ocurra parar.
Se escucha un gemido, una especie de
respuesta de una boca que no puede articular palabras. No en este momento. La
lengua recorre cuidadosa el camino de los testículos al glande. Va y viene,
viene y va. Después sacude. La lengua alancea en secuencia ultrarrápida la
enrojecida cabeza del miembro. Después vuelve a engullir, el pedazo de carne
tiesa se pierde en una boca roja con huellas de labial dispersas en las
comisuras de los labios. Él le agarra una teta. La soba. Su mano tiene que
obedecer a su mente, tiene que resistir el impulso de apretar fuerte, de
estrujar, de enterrar las uñas como si de garras se tratase.
Ella se pone de pie. Él se empuja con
las piernas hacia la cabecera de la cama. Mira atento el televisor por un
minuto, después siente como ella se
monta sobre su cuerpo, como se recuesta sobre su pecho mientras su verga
penetra la vagina húmeda y ansiosa. Puede oler el perfume de su cuello, sentir
cómo los cabellos de ella le hacen cosquillas en los agujeros de la nariz. Cómo
sus dientes exploran el lóbulo de su oreja, cómo su lengua se aventura oído
adentro. Los poros de su piel reaccionan, se dilatan, los pelos se erizan.
Y entonces comienzan a moverse,
rítmica, lentamente. Él puede sentir los vellos púbicos de ella frotar la base
de su verga. Él arquea la espalda lo más que puede y con sus piernas dibuja un
arco. Se mantiene arriba hasta que ella empuja sus manos contra el pecho de él y
se incorpora. Y cabalga. Las nalgas chocan contra sus testículos. Abre los
ojos, mira las tetas que se mueven al ritmo del balanceo. Se mete dos dedos en
la boca y extiende la mano, toca uno de los pezones; están erectos, duros. Él
frota con los dedos húmedos de saliva, aprieta con las puntas el pezón, después
extiende la mano y abarca toda la superficie de la teta que se comprime contra
los huesos de las costillas porque ella no se ha dejado de mover.
—Yes,
yes… more…
Su voz es clara, retumba en el techo
del cuarto. De repente se agacha contra el cuerpo de él. Acerca las tetas a su
rostro. Él pone sus manos en las nalgas sudorosas y tensas de ella. Comienza a
chupar uno de los pezones. Ella deja de moverse por un momento, recarga más su
peso contra el otro. Él mueve su lengua alrededor de la aureola, después besa,
muerde, inclina la cara hacia un lado y chupa con fuerza el costado de su
cuerpo. Ella lanza un grito-que es un gemido-que es un grito.
—¿Te gusta, chiquita? Te encanta que te
la meta, ¿verdad? Ándale, síguete moviendo.
Levanta una mano y deja caer la palma
sobre la blanca nalga. El ruido del golpe se impulsa sobre el sonido del
televisor, sobre su propia, ensordecedora, respiración agitada. Ella se
incorpora y se eleva hasta que la verga casi se sale, después se deja caer.
Repite la operación hasta que siente que va a terminar. Él también se mueve; a
pesar de sentir que sus pantorrillas pueden colapsar, empuja con fuerza hacia
arriba, una y otra vez. De repente ella se detiene, tiembla mientras todo su
cuerpo se crispa. Entierra las largas uñas en el pecho de él. Él sólo aprieta
los dientes. Ella lanza un gritito-gemido; un hilo de saliva se le escurre, sin
que intente detenerlo. Ella arque la espalda y se deja caer a un lado. Él se
acomoda sobre la cama. En la pared se proyectan las sombras rojas y grises que
el televisor no ha dejado de escupir.
Ella está boca abajo, él la mira con
codicia. Su mirada resbala de los cabellos revueltos al canalete que su columna
dibuja a lo largo de toda la espalda. El trasero se yergue desafiante, como
lanzando insultos juguetones. Él primero posa una mano, comienza a sobar. Ella
responde presionando las nalgas contra la mano que la explora. Una de las manos
de largas uñas se estira hasta la verga que continúa firme, fuera de sí. Ella
comienza a acariciar suave, él pasa el dedo medio entre las nalgas y lo hunde
total en la vagina que escurre transparencias por las piernas de ella. Ese dedo
húmedo juega ahora en la tierra de nadie, en el espacio que media entre la
vagina y el ano. El dedo dibuja círculos, elipses, infinitos.
Entonces él se incorpora y baja de la
cama. Ella apenas si se mueve, no voltea, sabe lo que sigue. Él le toma el
cabello que nace en la base de la nuca, la jala hacia arriba. Ella apoya las
rodillas en la cama, concede obediente, sigue las instrucciones. El culo apunta
directo al rostro de él, ella comienza a moverlo hacia un lado y otro. Él lanza
una risita, sabe que lo está provocando. Él se arrima sin penetrarla, deja que
ella lo sienta.
—Fuck me hard…
come on…
La
mano de ella dirige, acomoda, verifica que todo sea como tiene que ser. Él
comienza a moverse. Se echa hacia atrás hasta que parece que va a salirse, ella
estira su mano y aprieta una de las piernas de él. Entonces él vuelve a entrar.
A poco incrementa el ritmo, gotas de sudor le escurren por el rostro, por el
torso. Sus manos toman con firmeza la cadera de ella, la atrae hacia sí. Ella
se deja hacer, gime sin pudor, los sonidos los enervan a los dos.
—¿Quieres que te la meta? ¡Dime que la
quieres!
—Oh,
yes… yes… come on, please…
El impulso es enérgico, las nalgas rebotan
contra el pubis de él. Una vez, dos, tres. Él se inclina, pone una mano sobre
una de las tetas y un dedo a frotar el clítoris. Ella echa la cabeza para
atrás, su pelo rueda por los lados del cuello. Ella intenta tocar el cuerpo del
que la está traspasando. Pero al separar el brazo de la cama casi pierde el
equilibrio. Él sigue empujando, frotando, apretando. Ella lanza un gemido y se
desparrama en la cama, él no se puede mantener en pie y allá va, sobre ella.
Quedan en pausa por unos segundos.
Entonces ella se pone boca arriba, abre las piernas. Él se monta sin tardanza,
toma los tobillos, los coloca sobre sus hombros y se la mete. Se mueve
constante, ella lo anima con los gemidos que, conforme pasan los segundos, se
van haciendo más fuertes. No hay palabras, sólo gemidos, ruidos sordos. El
golpear de la cabecera de la cama contra la pared. Él acelera su ritmo, ella
estira los brazos y empuja su pelvis contra él. No dura mucho.
Él ha cerrado los ojos. El orgasmo
viene de lejos, pero muy rápido. Pasa destrozando todo a su paso. Al final, el
semen sale expulsado y se confunde con el resto del mundo. El hombre se tira
cuan largo es en la cama. Las sábanas revueltas. Las almohadas húmedas de
sudor. La linterna electrónica sigue proyectando sombras en la pared. De
pronto, parece que el volumen del televisor ha subido sin previo aviso. Él
estira la mano y alcanza un control remoto. Oprime un botón y el ruido cesa.
Pero no la luz. Ésta sólo se congela. Como un reflejo mudo que rompe la
oscuridad pero no la vence.
Él lanza un suspiro largo, profundo. De
un golpe se pone de pie y se dirige a la puerta que se dibuja al fondo de la
habitación. Entra y enciende una luz. Se escucha el ruido de una regadera. El
agua cae sobre los mosaicos. En un instante el cuerpo del hombre interrumpe la
música acuática, y el sonido del agua estrellándose en el suelo desaparece. La
puerta del baño gira sobre sus goznes y la luz inunda el cuarto. No hay nadie
más en la habitación. Sólo una cama revuelta.
En la pantalla del televisor se ve el
rostro congelado de una mujer que recibe una descarga de semen en sus dientes
blanquísimos.
* Este cuento fue incluido en la antología Breve colección de relato porno (Shandy/ Tres Perros, 2011).
2 comentarios:
Muy buenooo!!!!!!!
Gracias, Sex Shop. Toda la antología es muy buena, por si quieres echarle un ojo.
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