La muerte chavita/ Víctor Jurado
El Apocalipsis siempre ha estado de moda. La idea de una Revelación Final que nos permita acceder a un estado de gracia a partir del cual podamos comprenderlo todo (y en término de exégesis bíblica, arrepentirnos de todo). En estos días revisé la conmoción causada por la transmisión de
la adaptación radiofónica de
La guerra de los mundos hecha por Orson Wells al clásico de la ciencia ficción de otro Wells, Herbert George.
Las crónicas del día siguiente en
The NewYork Times hablan de una predisposición a concebir la posibilidad de que el mundo, tal como lo conocemos, es susceptible de terminar hecho cenizas. Y tal parece que los norteamericanos están más dispuestos a creer tal situación. Baste analizar de manera crítica lo planteado por M. Night Shyamalan en
The Happening, para entender un poco esa tendencia a la predestinación de terminar extintos que se da por hecho. Acá no está presente la acción de un dios-que-pasa-factura, pero sí la de una madre-naturaleza-que-quiere-preservar-a-sus-hijos. Es claro que muchos de esos temores se basan en los cambios de paradigmas que ya D. H. Lawrence desnudaba en
el análisis que hizo del último libro del Nuevo Testamento. La idea de la novedad, prerrogativa casi exclusiva de la modernidad, anuncia siempre el advenimiento de esos apocalipsis.
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1 comentario:
Muy buena refleción.Recién leí una adaptación ecuatoriana de la obra de Wells. Es de Leonardo Paez, titulada Los que siembran el viento. Siempre es interesante pensar todo esto de los "fines"... es un tema inagotable, sin duda.
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