El comienzo del año en nuestra región, geográfica y accidental, nos ha traído como sorpresas la inclusión de nuevos elementos de complejidad dentro de la ya de por sí compleja situación latinoamericana. En Bolivia, la llegada al poder de un representante de los pueblos indígenas de ese país, abre una inmensa interrogante sobre el desarrollo del proceso democrático y los mecanismos de sobrevivencia económica en un país asolado por la pobreza, la discriminación y el control que economías más poderosas ejercen sobre él.
¿Qué pasará con Evo Morales? Realmente incluirá dentro, no de su plataforma que al final de los tiempos se convierte en retórica para los archivos nacionales, sino de su EJERCICIO de gobierno las demandas que durante siglos el pueblo indígena ha enarbolado como necesidad histórica. El cultivo de la coca, al mismo tiempo que satanizado por su relación con la fabricación de fármacos y sustancias prohibidas, representa el modo de vida de una cantidad gigantesca de personas en los territorios peruanos, colombianos y bolivianos. Costumbres que vienen no de los setenta y el auge del consumo de la cocaína, sino de la Colonia y la necesidad de mantenerse alerta sin nada en el estómago. La peor perspectiva es que a Evo, como en su momento a Trujillo, a Toledo o al mismo Fox, se le olvide que el voto masivo fue consecuencia de la posibilidad de una esperanza, esperanza que, sin embargo, se prepara cada vez con mayores argumentos históricos, para la inminente desilusión.
En Chile, por su parte, la llegada de una mujer al poder prefigura una nueva escenografía de percepción en una zona geográfica eminentemente machista. El socialismo arriba al poder en un Chile que todavía debate la conveniencia de mandar a la cárcel a un HIJO DE PUTA como Pinochet, sólo por el hecho de que a su edad el encierro no le beneficie la salud.
América Latina y esos giros, que todavía pueden verse erráticos, dubitativos, pero sobre todo, esperanzados, presagian la enorme posibilidad de un cambio a nivel global que permita la inclusión de nuevas visiones de gobierno y de relación entre ciudadanos. La izquierda ganando espacios es un riesgo que las sociedades latinoamericanas han decidido correr, ya sea para construir una nueva forma de pensar los proceso democráticos en nuestra región, como para confirmar el fracaso de una opción que alcanza, mediante la vía de las urnas, la posibilidad de la duda. Los latinoamericanos queremos dudar, los bolivianos y los chilenos han decidido dudar. A ver cuánto nos dura la incertidumbre. A ver cuánto nos dura el presagio. A ver cuánto nos dura la esperanza. Y, ojalá no, a ver cuánto nos dura el arrepentimiento. Salud.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario