Hace algunos días tuve la oportunidad de ver el filme de Gustavo Loza, Al otro lado (México/Israel, 2005), una obra que nos recuerda la fragilidad y, al mismo tiempo, la enorme fortaleza que representa ser niño. En esta película se muestran tres historias que transcurren de manera paralela con un solo motor de conflicto: la ausencia del padre. A lo largo de los escasos 80 minutos que dura la película, el espectador se siente atrapado y arrasado por la cantidad de cosas que, de manera inherente, lleva consigo la problemática planteada por el director al inicio de la cinta.
Así es como, en la alternancia de escenarios, Loza nos cuenta la historia de un niño mexicano que es abandonado por su padre en la víspera de su cumpleaños porque necesita irse “al otro lado” para tener posibilidades de mantener a su familia. Asimismo, vemos la fabulación que se empieza a generar en la mente de un niño cubano, hijo de una jinetera de lujo, que está seguro de que su papá vive en los Estados Unidos esperando que él llegue hasta el continente desde la isla. Por último, se cuenta la historia de una pequeña marroquí que deja su población rural en medio de una zona desértica del África, para ingresar a España por el estrecho paso que deja el mediterráneo entre la península ibérica y el continente negro, todo con el objetivo de encontrar a su padre y llevarlo de regreso a casa porque ya no quiere ver triste a su madre.
Estas tres historias son el pretexto ideal para que el ahora egresado de la Universidad Iberoamericana ponga sobre la pantalla las causas, contextos y consecuencias que hacen que más del 35 % de la población total del mundo sea una población migrante. La inocencia de los niños contrasta con los temas tratados en la cinta: prostitución infantil, madres solteras, pobreza que orilla a medidas desesperadas, la culpa por una muerte accidental, la redención de personajes que todo el tiempo han vivido en la frontera de la moral, viendo pasar la vida como testigos presenciales y nunca como protagonistas.
La cinta se aleja por completo de propuestas y estéticas lastimeras y chantajistas (como las deprimentes De la calle o Perfume de violetas), y se instala en un tono realista que nos muestra, ¡por fin!, una realidad despojada de glamour y de la estética efectista de la miseria (los pobrecitos pobrecitos de Amores perros, p. e.). La llamada de atención de Al otro lado, tiene que ver con cuestiones que van más allá de la demagogia del “defendamos a nuestros niños”, responde más a una necesidad de hacer conciencia de la desigualdad social que ya se volvió realidad cotidiana no solamente en nuestros países latinoamericanos sino en el mundo entero.
Pareciera que el cine mexicano (al menos aquel preocupado por dejar huellas en el recuerdo del espectador), ha conseguido encontrar su propio ritmo, ese ritmo alejado de la pirotecnia y la espectacularidad del cine hollywoodense, o del chistorete oligofrénico y de pena ajena. Películas que se reconocen entre sí desde que en 1998 Bajo California, el límite del tiempo de Carlos Bolado, hiciera su aparición en las pantallas mexicanas con una milagrosa (e insuficiente) semana en cartelera. De ahí, cintas como Conejo en la luna, Temporada de patos, La línea paterna o Promesas nos han dado esperanza acerca de las neuronas cinematográficas nacionales. Pareciera que no todos los directores de cine están pensando en llevar al hígado de Adal Ramones al frente de las pantallas, al gandalla de Facundo humillando pordioseros, o al estúpido de Ortiz de Pinedo con sus sexycomedias aberrantes.
A principios del siglo XXI y con una evidente decadencia dentro de los estándares de creación de la industria cinematográfica hollywoodense, una producción de este tipo viene a renovar las esperanzas de recuperación del cine como industria cultural, como obra de arte. Al mismo tiempo, el hecho de que una institución como UNICEF apoye este tipo de proyectos, permite abrir las posibilidades de producción de estos trabajos que, con toda seguridad, no alcanzarán grandes recaudaciones en taquilla, pero sí dejará un buen sabor de boca.
Al otro lado (México/Israel, Gustavo Loza, 2005).
1 comentario:
Eiiii, bienvenido al mundo de los vivos.
Acá en mi país todos esperamos posts tuyos.
Bien por la reseña, ya me dieron ganas de ir a verla.
Ya háblame no, cochino? O qué, estás esperando a que me vaya a vivir a Indonesia para extrañarme?
Beso.
Ira.
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