El fin de semana pasado fue, sin planearlo, un fin de semana rocanrolero. Hacia mucho tiempo que no me ponía a pensar acerca del significado que tiene la música dentro de nuestra vida individual y, a la larga, dentro de nuestra concepción del mundo. La música que elegimos es la que se convierte en el soundtrack de nuestra vida, en una presencia constante y pedida sin la que personas como yo no podríamos sobrevivir. A lo largo de mi no tan larga vida, he conocido varias formas de concebir, utilizar, amar y aborrecer la música. Porque a la música también se le odia cuando no entra en los parámetros de nuestra sintonía emotiva o de nuestro ritmo vital (¿que no? ¿de verdad no resulta un tormento tener que escuchar, a fuerzas, el punchis punchis del amable chofer del microbús, o la cumbia sonidera retro del neurótico conductor del taxi, o los aullidos del último ídolo ranchero que mi vecina pone cada vez que su amante la vuelve a dejar botada en el departamento de arriba de las escaleras?).
Sin embargo, lo que mejor se recuerda es la música que nos hace sentir bien. O la que en algún momento de nuestra vida nos puso a girar el chicharito que habita dentro de nuestra cabecita. A mí, el rock and roll, me pone. Así, simplemente me pone. El fin de semana, me dio, por todos lados, esa sensación.
Live 8, ¿simulación o inventario de buenas intenciones?
El sábado 2 de julio se llevó a cabo el festival Live 8, una derivación de lo que un músico de vanguardia y gigantesco corazón, Bob Geldof, inició durante los años ochentas con el nombre de Live Aid. Live Aid se convirtió, durante mucho tiempo, en un concierto que reunía grandes cantidades de dinero que se destinaba a la ayuda caritativa a muchos de los países más afectados por el avance del libre mercado y por las secuelas de siglos de colonialismo militar. Durante todo este tiempo, los esfuerzos de esta reunión de músicos se han centrado en África y en los problemas que se derivan de su precaria situación: hambruna, muerte de niños, problemas de salubridad básica, huída de tribus transnacionales por las guerra civil o las matanzas interétnicas, etc. Por Live Aid pasaron músicos de la talla de David Bowie, Bob Dylan, The Clash, Madonna, Specials y creo que hasta Michael Jackson y personajes como las modelos Claudia Schiffer.
El caso es que, después de casi veinte años de que Geldof convocara a esta reunión a beneficio de los más desamparados, en el presente año se planteó la necesidad de llevar a un nivel superior el esfuerzo que se venía realizando. El blanco era la cumbre del G-8 que se reuniría del 4 al 8 de julio en la ciudad de Edimburgo en Escocia para decidir el futuro del mundo. El G-8 es la agrupación de los líderes de los países más poderosos militar y económicamente hablando (y al cual Vicente Fox intentó entrar, sin cumplir, obviamente, ninguno de los requisitos de admisión. Este año seguramente irá a servir el café y ayudar a los chipocles a ponerse el abrigo). Pues bien, que se planteó un Live 8 que traspasara las fronteras de Londres que era en donde regularmente se había llevado a cabo la reunión musical. Esta vez la demanda iba en el sentido de la condonación de las deudas de los países del Tercer Mundo por parte de los países superpoderoso. Las sedes del megaconcierto eran diversas y mostraron varias cosas que coincidían con las características de la sede en cuestión. Así pues, el Live 8 del 2005 se llevó a cabo en Londres, Philadelphia, París, Berlín y Tokio.
A medida que me instalaba en el sillón a ver como millones de personas acudían a un evento mediático que, seguramente, no se repetirá en mucho tiempo, varias cosas comenzaron a molestarme y otras que no eran sino confirmaciones de sospechas antiquísimas. Primero, la música estaba en Londres y en París, donde gente como The Thrills, Coldplay, The Killers, Travis, Keane, Paul McCartney, U2 y, presten atención señores, The Who (completitos y con un Pete Townshend magnífico) y el reencuentro de los maravillosos artífices de ese viaje sonoro (en más de un término) que es Pink Floyd, hacían que la música se mantuviera donde debe estar, en la consciencia estética del recuerdo y la vivencia; en París, por su parte, se hizo alarde de una tolerancia amplia y mucho del cartel fue de músicos africanos que mostraban que la parafernalia electrónica es opcional a la hora de hacer sólo música. Mientras eso ocurría en el viejo continente, en Philadelphia, “artistas” como Destiny's Child, Will Smith, The Rasmus, Limp Bizkit, unos deprimentes Velvet Revolver, y Shakira??????, se mezclaban con propuestas más sólidas o simpáticas como Greenday (con un Billy Joe Armstrong contenido y maravilloso), Stevie Wonder, Madonna, Black Eyed Peas o Motley Crue. Una cosa fue clara, mientas en Londres estaba la música, en los EU estaba la parafernalia. En Japón, lo más relevante fue la reaparición del ochentero grupo japonés Dreams Comes True, mientras Berlín pasaba sin pena ni gloria en ese despliegue de poderío de transmisión “en vivo y en directo”.
Fue maravilloso, para la nostalgia y el espíritu rocanrolero, ver, y creo que fue lo más valioso del Live 8, más aún que el esfuerzo mediático de la reunión de tantos rock stars, a Pink Floyd tocando como si los años no hubieran pasado por ellos, como si Gilmour no hubiera perdido el pelo, Roger Waters la simpatía, y Nick Mason y Richard Wright la lozanía de la pìel. La interpretación de Roger Waters, nuevamente al micrófono, de Wish You Were Here fue, simplemente apabullante. The Who haciendo gala del poderío rítmico que desde los sesenta han presumido.
Cosquillas en la chompeta
Más allá de la música y del olvido de la causa, varias de las cosas que me dejaron en un estado de perplejidad reflexiva son las que paso a listar a continuación:
. ¿realmente U2 tiene la estatura como para tocar en vivo y ante los ojos de todo el mundo Sargent Peppers Lonely Hearts Club Band con todo y el aval de sir Paul McCartney?
. ¿Deveras son sinceros los lloriqueos de gente como Bono (a quien ya empiezo a alucinar) y Chris Martin (de Coldplay) acerca de la pobreza, mientras van por el mundo vistiendo ropas de diseñador y pagando millonadas para que sus videos de visita a África los haga ver “bien”?
. ¿Deveras creen que los líderes económicos y militares del mundo van a hacer caso de un montón de gente cantando en los parques después de haber pagado 1600 euros por la entrada al concierto? Aquí y en Europa ¿quién puede pagar 1600 euros?
. ¿Deveras toda la ayuda recaudada va a ir directo a los países más jodidos de África? ¿Quién lo garantiza? ¿Nos pueden pedir más confianza que buena fe?
. ¿Deveras estos “artistas” tienen tan buenas intenciones como para frenar o aminorar la pobreza en los países del Tercer Mundo? ¿No podrían comenzar por impedir que los boletos a sus recitales no valgan (en México al menos) el triple de lo que valen en sus países superdesarrollados del Primer Mundo?
. ¿Quién le puede creer a un exterminador de la pobreza cuyo disco vale en el Tercer Mundo el equivalente a ocho días de salario mínimo? ¿los músicos no podrían renunciar a sus contratos millonarios y a sus ganancias y dedicarse a lo que se supone saben hacer: música?
. Le han perdonado la deuda (en América Latina) a Honduras, Jamaica y Haití, ¿alguien sabe cuáles fueron las condiciones políticas impuestas para tal condonación?
. ¿Deveritas la música va a obligar a los dueños del mundo a comportarse como seres humanos?
. ¿Por qué el gran cartel no permitió la inclusión en igualdad de condiciones de bandas originarias de ese Tercer Mundo vilipendiado?
. ¿Por qué el concierto terminó con Hey Jude, cuando debió terminar con All You Need is Love, digo ya instalados como estaban en la total utopía?
Verdades dolorosas (sobre todo para mi generación):
. Las bandas de hace treinta o cuarenta años son las únicas que conservan esa aura de provocación y de autenticidad rocanrolera. Las bandas actuales llevan impresa la sospecha de oportunismo, falsedad y necesidad de notoriedad al precio que sea. Tiempos oscuros los que nos tocó vivir.
. The Beatles es un fenómeno que no ha sido superado y que demuestra una vez más el valor que como ícono de la historia cultural de occidente tiene. La música y el espíritu seguía vivo. Desde donde estuviera ¿habrá sonreído John Lennon o una lágrima escurría por su mejilla?
. En la actualidad, la música aglutina multitudes físicas, gentes brincoteando, bailando y gimiendo; ya nunca más ha aglutinado conciencias, pasiones y deseos de cambiar el mundo.
. El DVD del Live 8 va a estar carísimo. Me dan ganas, antes de no comprarlo, de recuperar la versión extendida del primer Woodstock.
. Las chavas de los conciertos muestran los senos no para demostrar su ansia y posibilidad de libertad, sino para que las cámaras las sigan.
Frases que serán (próximamente) famosas y repetidas hasta la naúsea por MTV:
. “Estamos aquí por lo que sabemos que vamos a cambiar en el mundo”. La ingenua y linda de Beyoncé Knowles de Destiny's Child.
. “Estamos aquí, no en representación de los EU, sino como entes individuales, como personas”. Billy Joe de Greenday (otro ingenuote).
. “Hasta que fui a África y vi la miseria de esa gente, pude comprender toda la maldad que hay en el mundo”. Chris Martin de Coldplay (una Gillete, ¡por favor!).
Y sin embargo, nuevamente, lo que sobresalió de toda esa confusión de buenas intenciones, ignorancias y mercadotecnia mal disfrazada, fue la música. La buena música. The Dream is over, again?
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El pinche Cioran, siempre a tono con la desilusión:
“Sólo es subversivo el espíritu que pone en tela de juicio la obligación de existir; todos los otros, empezando por el anarquista, pactan con el orden establecido.”
De El aciago demiurgo.
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