Para Laura, por supuesto.
Hoy es Día del Médico.
Y a mí, el campeón de los distraídos, se me pasó felicitar por la
mañana a una con quien comparto mi vida. Pero yo sé que ella me
perdonará como perdona muchas otras cosas. Generalmente las que
tienen que ver con mi indisciplina e incapacidad de seguir al pie
de la letra las indicaciones para tomar mis medicamentos o mi defensa
de los métodos alternativos.
Durante cinco años he
atestiguado el esfuerzo que representa para un profesional de la
medicina especializarse en algo dentro de su área. Días sin dormir,
dietas erráticas, lecturas de documentos en duermevela, guardias,
contacto cotidiano con la muerte. En este país se lleva a cabo una
explotación metódica de los trabajadores de la salud. El trabajo de
cuidar de los pacientes, en el sevicio público, corre muchas veces
por parte de los estudiantes que cargan sobre sí la responsabilidad
de mantener a flote los servicios que el sector ofrece.
Cuando la Muerte
aparece, también, son los primeros responsables a los cuales achacar
el paso del tiempo y las fallas de la biología. Nunca se culpa a la
vida licenciosa, a las comidas en exceso, a los descuidos
voluntarios, al designio divino. Se culpa, en primer término, al
médico. Y habrá alguno que, por errores a los que no estamos
exentos ninguno de los humanos, sea en realidad culpable. Pero, la
mayoría de las veces, tienen que cargar con los efectos de esta
cuestión de manera injusta.
Antes creía, con
sinceridad, que los médicos se aprovechaban de sus conocimientos
para enriquecerse sin pudor. Hoy el conocimiento de experiencias
cercanas me arroja nuevas luces: los esfuerzos realizados para que
alguien se convierta en domador de la Enfermedad y cancerbero de la
Muerte son suficientes para justificar tal cosa. Porque aparte de
conocimiento se requiere tener otras cosas para ejercer la medicina:
paciencia, buen oído, capacidad para reconocer los errores, humildad
(esta no es muy fácil que digamos), empatía. Una serie de
habilidades que no cualquiera está destinado a desarrollar o,
siquiera, a poseer.
Por eso hoy reconozco el
esfuerzo de todos aquellos que se dedican al noble arte de la
medicina. Que, al tiempo que curan los cuerpos, sigan aspirando a
curar las almas de quienes todos los días, o al menos alguno,
tenemos necesidad de su existencia. Yo uno de los más necesitados.
Con la suerte de tener doctora de cabecera. Literal.
1 comentario:
oiga que guapaaaaaa ess aparte de talentosaaa
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