Llego tarde
a destiempo
como el trueno
que persigue al rayo
y se miente a sí mismo
que ocurre
simultáneo.
Llego lento
cansado
casi muerto
y tú me miras
sin decir nada
sin oponerte
sin animarme.
Y entonces me miento
y me digo
en el silencio del calor:
¡qué bueno!
¡qué lindo!
¡que cierto!
Después abro los ojos.
Despierto.
El reloj sigue marchando.
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