viernes, marzo 28, 2008

Saber del futuro



En los últimos días me he hallado en una situación de contemplación retrospectiva que comienza a desnudarme cuestiones acerca de lo que soy y de lo que pretendo ser. Atrás quedaron las ilusiones utópicas que se establecían sin ningún tipo de pudor en el futuro. Ese futuro cuya mayor gracia era precisamente que representaba el momento que se alejaba eternamente minuto a minuto, día a día. Si era inalcanzable, no existía ningún problema en practicar la vida-ficción de lo que no ha sido: los viajes que queremos hacer, la casa que queremos comprar, el perro que queremos bañar, las grandes historias que tenemos que escribir, la película que sin duda dirigiremos, el conocer a ese gran personaje que nos cambió la vida.
          Un día despiertas y resulta que todas esas cosas acomodadas de manera descuidada en esos estantes del futuro inalcanzable e inagotable, y por tanto siempre posible, se han esfumado. No hay nada. Sólo la posibilidad de pensar que es tiempo de creer que la vida no dura para siempre y que es tiempo de ponerse a jalar la cuerda que nos acerque ese futuro.
           Tengo un trabajo de tiempo completo y tres o cuatro actividades que me consumen la totalidad de mis días. Estoy cansado. Sé que haciendo lo que hago no me haré rico, ni siquiera remotamente solvente. Me encanta enseñar a escribir a adolescentes a los que seguramente, en términos de escritura y de sus posibilidades nunca recibieron ni la centésima parte de lo que les pretendo ofrecer en mis clases. Chicos agradecidos que muestran su agradecimiento de formas diversas y, a veces inentendibles e inescrutables. Pero ya no me basta. No al menos cuando ocupo 40 horas a la semana haciéndolo.
           Refuerzo convicciones: los hijos no son una opción en los estantes de mi futuro. No me veo como padre responsable, o cariñoso, o mínimamente proveedor. Las consecuencias de estas convicciones me atañen de manera indirecta; habrá que entender que la gente no cambia y que las ideas fijas son de las cosas mejor arremachadas en el mundo.
           Quiero recuperar a mis amigos. Hay algunos a los que no he visto en años. Otros a los que miro de prisa, por la calle, en una fiesta, o en la lista de masivos del correo electrónico. Hace mucho que no recuerdo el placer de una cerveza helada, tomada con calma mientras al otro lado de la mesa una cara conocida me cuenta las cosas que ha bajado del estante de su futuro.
           Estoy triste y con la sapiencia de que este año habrá que tomar decisiones definitivas y, algunas, seguramente dolorosas. Pero el futuro, cuando uno lo ha podido tocar, se convierte en esa materia viscosa que pide ser tocada con cuidado. Hay cosas que no pueden estar en dos estantes al mismo tiempo. O cosas tan grandes que no caben ni en el cuarto de los triques.
           Soy realista (por fin) y me sé enfermo de tristeza, soledad y melancolía. El futuro me alcanzó y me está poniendo una severa chinga.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que tienes se llama crisis de la mediana edad. Yo la tuve hace poco (bueno, no tan poco). Ya pasará.

No todos los hijos son biológicos, y no todos los padres heredan solamente el ADN. Educar jóvenes es quizás la mejor forma de tener hijos, no en el sentido biológico sino en el más importante sentido intelectual.

¿Dónde das clases?

Ahora algunos de mis mejores amigos son epistolares. Leo las cartas que meten en botellas ciberneticas a una red tan infinita como el mar. Y esas cartas llegan a mi, así como a algunos afortunados mas. Y entonces sonrío al platicar con los amigos, allá, en la red.

Me encanta el siglo XXI.

PVOT?... dijo...

Yo no sé si sea la edad o el tiempo guardado en remolinos estériles, no lo sé, lo que sí te puedo decir que la palabara como la vida nunca es lineal. Sólo hay que dejar de mirar hacia lo otro y empezar por lo que miras ahora mismo. Repito no sé si sea la edad o los tiempo tan mal encarados, desde hace un mes también vengo pensando en relativamente lo mismo. Y yo me decidí por la calma por el corazón, así que deje muchos de los proyectos intelectuales que tenía en marcha y que me quitaban las chelas heladas y los abrazos templados de los amigos, me decidí por lo vivo por lo que a veces quiere encarnar la palabra sin llegar a hacerlo... en fin un abrazo y muchas sonrisas.
atte. Érika Selene

joel.flores1984@gmail.com dijo...

eso se quita con unas chelas y unas white stripes. Jjaja. No se crea. Sólo recuerde que las cosas solitas se acomodan o vuelven a su lugar. No desespere. Un abrazote, carnal.

vagabo dijo...

mi estimado, que se mejore la salud y larga muerte al futuro, que el presente es lo unico que nos queda,
abrazo cozumeleño

Anónimo dijo...

Mira, mira lo que me mando un amigo un dia, lo conoces?

Gracias
por todo lo que me diste
pero no quiero ser como vos.
Gracias por tus cuidados, los sándwiches,
las noches de desvelos, los cuentos,
por Blancanieves y los siete enanitos,
por las montañas y los relatos.
Gracias por las hermosas aventuras,
por las navidades,
gracias por las tortas y esperarme en el borde de la pileta,
gracias por la fe que no hubiera tenido sin tu fe;
pero entendeme y no tomes como una traición
que no quiera ser como vos.
Gracias por hacer así con el pañuelo.
Gracias por el pueblo, el club, gracias por el remo,
por el río, y tu mano tomando mi mano.
Gracias, incluso,
por estar ahí todavía hoy.
Y no tomes como una traición que intente,
que me aleje y quiera
que me evapore y me pierda
que calce una mochila y no me lleve todo,
que la extravíe,
que deje las llaves por ahí o me olvide
de una cita, cada tanto;
por sentir que bastaría no ser como vos
para ser lo que realmente quiero
(luego resultó que no bastaba con no ser como vos),
porque quiera despegarme tus consejos que se me pegaron como algas.
Y si intento sacarme tus gestos, ese modo de mirar poniendo distancia,
esa manera de peinarme, la forma de mi naríz, tu postura,
si por amor o sin remedio aprendí hasta tu forma de apoyar los pies
y ahora quiero desprenderme de todo
de todo
de cada detalle y de todo,
de cada una de tus herencias y de todo,
no sientas ingratitud, ni me cuides de mi fracaso.
Gracias por tenerme y gracias por soltarme,
y gracias por tolerar que me quite, me desprenda, me saque todo
a ver si veo si puedo ver
a ver qué queda.


Besitos

Anónimo dijo...

Pues si estás tan seguro de lo que quieres, por qué sufres?