viernes, julio 21, 2006

La generación de los malnacidos




Sobre La consecuencia de los días de Rubén Don

Hay algo que se siente cercano. Que palpita. Que te pone la carne de gallina. Que te afloja los párpados y la sonrisa. Que se mueve debajo de las huellas dactilares. Que muerde. Que lastima. Que alivia en el reconocimiento. “Se llama empatía”, me grita una voz cercana que casi siempre tiene razón. Y hoy la tiene.
          Rubén Don ganó la primera edición del Premio Nacional de Narradores Jóvenes UACM 2005 con una novela titulada La consecuencia de los días. Premio merecidísimo aún sin conocer los demás trabajos. A lo largo de casi 200 páginas de viaje literario, Rubén consigue elaborar una historia simple que se teje sobre referentes y observaciones complejas.
          Hay algo que hermana a los autores que nacimos durante la década de los setenta y que observo cada vez más como signos de identidad de lo que Don llama los malnacidos en los setentas. Lo veo en Rubén, en Gerardo Sifuentes, en Bernardo Fernández (de quien espero escribir algo en próximos días después de haber leído su muy disfrutable El llanto de los niños muertos), en el Ruy Feben, en Heriberto Yépez, en Ira Franco y en otros con los que repentinamente me identifico cómplice, o comparsa con conocimiento de causa.
          Cosas en las que estamos de acuerdo sin discusión y que ya habían prefigurado los que, en edad y en tiempos de publicación, nos antecedieron en una década: el fin del mundo es inminente, lo raro es ser normal, Dios ni siquiera es un vocablo con significado, lo mass media son los que dirigen a una sociedad sin dirigentes, la llamada literatura de subgénero es una etiqueta mamona que está destinada a la desaparición, la observación de la cotidianeidad es atrayente en tanto nos muestra nuestra propia miseria como colectivo humano.
          La novela de Rubén transcurre en una ciudad de México apocalíptica en donde, como dijera Nietzsche, el fin del mundo ocurre en el corazón de cada persona. Es lo que le pasa/traspasa a Julián, el protagonista de la novela, que es un trasunto de muchas cosas: del Bruce Willis de El último Boy Scout, de personaje de Raymond Carver o de Charles Bukowski o de Guillermo Fadanelli o de Paul Auster o de Pablo de Santis o del cómic Hitman o de Nicholas Cage en Leaving Las Vegas.
          Julián recuerda/se recuerda en las mujeres que ha conocido/tenido/cogido/amado/imaginado/pagado/aborrecido/escrito. Todo parece un sueño en el que las imágenes de las féminas referidas recorren caminos que para el personaje principal carecen de sentido porque él se ha asumido/sumido como un no-vivo. Como un muerto en vida.
          Novela apocalíptica que muda de las referencias de la ciencia-ficción para adentrarse en la vida-aflicción, en donde cualquier parecido con la realidad es culpa de esta última. Julián vive su Apocalipsis leyendo, escribiendo y rescatando libros. Observando, con el cinismo propio de nuestra generación, las cosas que han jodido consistentemente la vida en el planeta pero de las que, consistente con el espíritu de contradicción, somos parte.
          La narración de Don transcurre dibujada en un paisaje de fotografía en blanco y negro, que muda a los sepias y de ahí a un verde de televisión Telefunken de la infancia. Aderezado con un humor negro, ése que nos congela la sonrisa en el rostro, la novela transcurre con un ritmo constante que se acelera (no en la acción, pero sí en la lectura) hacia el final de la misma. Final optimista para los que viven fuera del universo del narrador, fuera de las preocupaciones cotidianas, fuera de la vida real.
          La novela, para finalizar, deja un excelente sabor de boca y el presagio de que este autor tendrá mucho mejores cosas que ofrecernos en un futuro no muy lejano. Esperaremos pacientes esos frutos que serán, además de la consecuencia de los días, la consecuencia de la convicción en las buenas lecturas destinadas a habitar la escritura de este joven autor.


Ampliamente recomendable y a la venta en Librerías Educal del CNCA y en el sistema de ventas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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